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Noticia
'Me han desplazado ocho veces, un promedio de una vez al mes': El repetido trauma del desplazamiento para la población de Gaza
Desde que comenzó la guerra en Gaza, al menos 38.000 personas palestinas, más de la mitad de ellos mujeres, niñas y niños, han sido asesinados y otros 87.000 han resultado heridos.
Palestinos desplazados en Rafah, al sur de Gaza. 6 de mayo de 2024. Foto: MSF
Para quienes han logrado sobrevivir a la implacable avalancha de bombas, bombardeos y disparos en la Franja de Gaza, mantenerse con vida ha significado trasladarse continuamente de un lugar a otro con los artículos básicos que han podido cargar. Aún así, los testimonios del personal y de los pacientes de Médicos Sin Fronteras (MSF) recopilados durante los últimos nueve meses muestran claramente que no hay ningún lugar seguro en Gaza.
Kamil*, enfermero de urgencias de MSF, y Haider*, vigilante de la misma organización, formaban parte de nuestro equipo que atendía a pacientes gravemente heridos en el hospital Al-Shifa de la ciudad de Gaza durante los bombardeos entre octubre y noviembre de 2023. Entre los dos se han desplazado 18 veces hasta hoy.
Columnas de humo se elevan desde una zona atacada por bombardeos israelíes en el barrio oriental de Shujaiya, en la ciudad de Gaza. Foto:AFP
“Cuando empezó la guerra, seguimos viviendo en casa durante cuatro días”, cuenta Kamil. “En ese momento, mis hijos se despertaban y esperaban a que yo llegara, yo los abrazaba y empezaba a calmarlos y a distraerlos, diciéndoles que eran fuegos artificiales, no bombardeos. Fue muy, muy difícil”.
Si abríamos la puerta, había fuego y disparos. Disparaban a la gente en la calle. En las semanas siguientes no teníamos suficiente agua para asearnos ni beber
Al quinto día de guerra, un dron alcanzó el último piso del edificio de Kamil. Él y sus hijos se trasladaron a la oficina de MSF, donde vivían junto a otros integrantes del equipo, incluyendo Haider, cuya esposa e hijos se quedaron en su casa, en un barrio más seguro del norte de Gaza.
Kamil, Haider y el resto del personal de MSF siguieron trabajando a diario en la clínica para pacientes con quemaduras y en el hospital de Al-Shifa, los cuales estaban desbordados de pacientes con quemaduras graves y heridas de metralla.
“Los pacientes que he visto durante esta guerra son diferentes a los de guerras anteriores”, dice Kamil. “La mayoría tienen quemaduras profundas, con metralla. Muchos han perdido extremidades o tienen heridas infectadas. Nunca olvidaré el olor de la infección: huele a aceite en mal estado”.
“Recibíamos de 30 a 40 pacientes cada día en la clínica, mientras trabajábamos y tratábamos a docenas más en el hospital de Al-Shifa”, dice Haider. “Seguimos así durante 40 días, hasta que las cosas se pusieron demasiado peligrosas. El ejército israelí empezó a avanzar hacia el hospital de Al-Shifa, hacia nosotros”.
Hospital Al Aqsa, en Gaza, 8 de junio de 2024. Foto:Karin Huster/MSF
A principios de noviembre, al menos 75 personas –personal de MSF y sus familias– se refugiaban en la clínica y en la casa de huéspedes de MSF mientras los combates se desataban en el exterior. “La situación era realmente mala y todos teníamos miedo”, cuenta Haider. “Si abríamos la puerta, había fuego y disparos. Disparaban a la gente en la calle. En las semanas siguientes no teníamos suficiente agua para asearnos ni beber”.
Un panorama cada vez más sombrío para los palestinos
A mediados de noviembre, la situación se había vuelto insostenible para nuestro equipo en la ciudad de Gaza. El 18 de noviembre, un convoy de MSF partió hacia el sur de Gaza, organizado con la aprobación de las autoridades israelíes. Sin embargo, después de que se les impidiera pasar por el puesto de control israelí en la carretera hacia el sur, el convoy se vio obligado a regresar.
En uno de los coches estaban Kamil y el enfermero de MSF, Alaa Al-Shawaa, con sus dos familias. En el camino de regreso, a unos 500 metros de la clínica de MSF, vieron dos tanques israelíes fuera del hospital Al Shifa, así como francotiradores en lo alto de los edificios circundantes.
En ese momento, las fuerzas israelíes abrieron fuego contra el coche, y Alaa recibió una herida de bala en la cabeza. “Las balas pasaron cerca de mi frente y una de ellas atravesó la cabeza de Alaa”, dice Kamil.
“Estaba agachado y su cabeza estaba inclinada hacia el volante, cerca de mis brazos, por lo que me resultó difícil seguir conduciendo”, dice Kamil. “Había sangre por todas partes en el coche. Traté de girar a la derecha hacia la oficina de MSF y seguir a los tres primeros automóviles que lograron girar antes de que comenzaran a disparar”.
Edificio destruido en Jan Yunis, al sur de Gaza. Foto:MSF
Kamil y el resto del convoy lograron escapar de los disparos y llegar a la clínica de MSF. Después de estacionarse, llevaron a Alaa desde el asiento del pasajero del coche hasta las salas de atención médica, pero no pudieron reanimarlo.
“Cuando vi que estaba muerto, entré en estado de shock”, dice Haider. “No pude controlarme, no podía pensar y me desplomé al costado de la carretera”.
Recibí la noticia de que mi hermana y sus hijos habían sido asesinados en la ciudad de Gaza. Entré en depresión. Luego asesinaron a una de mis sobrinas y a sus hijos
Tras unos días infernales de tiroteos en torno a la clínica y la casa de huéspedes de MSF, el 24 de noviembre entró en vigor un alto el fuego temporal entre Israel y Hamás en la Franja de Gaza. Las fuerzas israelíes se retiraron de la zona y se organizó de nuevo un convoy coordinado con las autoridades israelíes para que el equipo de MSF y sus familias pudieran desplazarse hacia el sur. Esta vez lo consiguieron.
Cuando el equipo de MSF llegó al sur de Gaza, se alojó en el refugio Lotus. Kamil viajaba diariamente al hospital, brindando atención traumatológica a los pacientes heridos. Haider siguió llevando a los equipos médicos a los hospitales.
Una semana después, Haider recibió una noticia devastadora.
“En ese momento, comenzó otro tipo de sufrimiento”, dice Haider. “Recibí la noticia de que mi hermana y sus hijos habían sido asesinados en la ciudad de Gaza. Entré en depresión. Luego asesinaron a una de mis sobrinas y a sus hijos. Después, en el sur, mi sobrino, su esposa y sus hijos murieron después de que una excavadora entrara en su casa. Veinte personas de mi familia murieron esa semana. Mi abuela estaba tan triste que, poco después, también murió. Cuando todo esto pasó, yo estaba en una situación muy oscura, pero intentaba seguir trabajando”.
Vista de los edificios destruidos y los escombros tras la retirada del ejército israelí del barrio de Shujaiya, al este de la ciudad de Gaza. Foto:AFP
El dolor por las pérdidas y desplazamientos en Gaza
El 8 de enero, unos dos meses después de que Kamil y Haider llegaran al sur de Gaza, un proyectil de un tanque israelí impactó en el refugio Lotus, asesinando a la hija de cinco años de un integrante de nuestro personal e hiriendo a otras tres personas. Tras el ataque, más de 125 integrantes del personal de MSF y sus familias fueron trasladados a la Universidad ACAS en Rafah, a un kilómetro de la frontera con Egipto. Allí permanecieron los dos meses siguientes.
“Teníamos miedo constantemente, pero no teníamos otra opción”, dice Haider. “Había bombardeos y tiroteos. Una vez bombardearon un edificio que estaba al lado nuestro y la metralla alcanzó la universidad. Vivimos así durante un tiempo, hasta que anunciaron la invasión de Rafah”.
Hace dos días, hubo otro desplazamiento. No dormí durante 24 horas porque nos movíamos de un lugar a otro debido a las explosiones
Desde la invasión de Rafah, Kamil y Haider, como miles de otros palestinos, no han dejado de moverse debido a los incesantes bombardeos y ataques en toda la zona sur y central de Gaza.
Haider se ha desplazado de un lugar a otro en la zona de Al-Mawasi, viviendo en una tienda de campaña. “Me han desplazado a la fuerza ocho veces, un promedio de una vez al mes”, afirma. “Hace dos días, hubo otro desplazamiento. No dormí durante 24 horas porque nos movíamos de un lugar a otro debido a las explosiones. Siempre estoy pensando en mi esposa e hijos en el norte de Gaza, y sufro todos los días”.
Palestinos evacúan el sur de la Franja de Gaza en medio de los bombardeos israelíes. Foto:AFP
Desde que se vieron obligados a abandonar Rafah, Kamil y sus hijos se han mudado varias veces dentro y alrededor de Al-Mawasi y el campo de Al-Bureij, en la zona central. Actualmente se encuentran en Al-Bureij, pero subraya que no hay ningún lugar que esté a salvo de los bombardeos.
“Ningún lugar es seguro y las condiciones son terribles”, dice Kamil. “No tenemos suficiente comida, agua, medicinas o ropa. No hay zapatos. No hay nada. Es muy difícil ver a mis hijos así”.
No tenemos suficiente comida, agua, medicinas o ropa. No hay zapatos. No hay nada
Kamil sólo puede imaginar el trauma mental que sufren sus hijos como resultado de lo que han vivido. “Es traumático”, dice Kamil. “Incluso ayer, los niños jugaban con mis sobrinos y los oí contar la historia de Alaa, siguen contándola. Siguen traumatizados hasta ahora”.
Según la Organización de las Naciones Unidas, el 90 por ciento de los habitantes de Gaza han sido desplazados al menos una vez desde que comenzó la guerra entre Israel y Hamás. La mayoría de los cuales se ven obligados a vivir en condiciones atroces. Para Haider, su único deseo es reunirse con su familia en la ciudad de Gaza y que cese el derramamiento de sangre.
“Ya basta. Basta de asesinatos, basta de bombardeos, basta de disparos”, dice Haider. “Puedes reconstruir tu casa; puedes reconstruir cualquier cosa. Pero lo que no puedes hacer es traer de regreso a las personas que nos han abandonado. Nunca podrán volver”.
MÉDICOS SIN FRONTERAS/ GAZA
*Los nombres fueron cambiados para proteger la identidad de las personas.