Era el final de otro largo y caluroso verano en Tokio, y los asalariados miraban sus guardarropas con temor.
Cada año, de mayo a septiembre, los trabajadores corporativos y los empleados gubernamentales de Japón hacen a un lado sus rígidos y oscuros trajes y los cambian por camisas polo de manga corta o de lino, e incluso alguna que otra hawaiana. Luego, a medida que se acerca octubre, regresa la formalidad, si no las temperaturas drásticamente más frías.
La metamorfosis es parte de una iniciativa japonesa, “Cool Biz”, que también podría llamarse “Oficina Caliente”. A partir del 1 de mayo, los lugares de trabajo fijan los termostatos a 28 grados centígrados para ahorrar energía, una propuesta sudorosa en el húmedo Tokio.
Por incómodas que parezcan, las oficinas japonesas ofrecen un modelo de cómo los países pueden reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Iniciativas como Cool Biz han ayudado a mantener el consumo de energía per cápita de Japón en aproximadamente la mitad del de Estados Unidos, reporta el Instituto de Energía, con sede en Londres.
Cool Biz se ha vuelto particularmente popular entre las mujeres, que tienden a usar ropa más ligera y a menudo se quejan de las bajas temperaturas necesarias para que los trajes sean cómodos para sus colegas masculinos.
De acuerdo con una encuesta del Ministerio de Medio Ambiente, más del 86 por ciento de los lugares de trabajo participan en Cool Biz. Ese éxito se logró sin ninguna reglamentación ni incentivos financieros, dijo Yusuke Inoue, director del Ministerio. En lugar de ello, el Gobierno exhortó a políticos y líderes empresariales a quitarse el saco y la corbata, modelando un comportamiento que rápidamente se volvió ubicuo. A medida que la gente optó por ropa más ligera, ya no querían que el termostato estuviera tan bajo, dijo Inoue.
Cool Biz tiene sus raíces en la década de 1970. Pero la aparición del Primer Ministro Masayoshi Ohira con un saco de manga corta fue considerada demasiado desagradable.
Yuriko Koike, actual Gobernadora de Tokio, introdujo Cool Biz en las oficinas gubernamentales en el 2005 durante su ejercicio como Ministra del Medio Ambiente.
Aprendiendo de la debacle del traje de safari de Ohira, el Gobierno emprendió un intenso esfuerzo para convencer a los trabajadores de oficina de que estaba bien abandonar el saco y la corbata, incluso para reunirse con clientes.
En una nación donde los uniformes alguna vez fueron comunes incluso en trabajos de escritorio, muchas personas no están seguras de qué constituye una vestimenta apropiada en la era Cool Biz, dijo Yoshiyuki Morii, un consultor de moda que ayuda a empresas y empleados a sortear las cambiantes normas de vestimenta. El problema puede tener implicaciones graves: en el 2019, funcionarios surcoreanos vestidos de traje acusaron de falta de respeto a sus homólogos japoneses en manga corta.
Por: BEN DOOLEY
e HISAKO UENO
The New York Times
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