Mientras el paciente yacía anestesiado sobre una mesa, una cardióloga le hizo una incisión en el pecho. Retiró un pequeño monitor cardíaco implantado con baterías a la baja e insertó uno nuevo.
El paciente había sido diagnosticado con un mal cardíaco; el monitor brindaría datos continuos sobre la frecuencia y el ritmo cardíacos, alertando a sus médicos sobre irregularidades. Cerrar la incisión requirió cuatro puntadas. En unas horas, el paciente, un gorila llamado Winston, se reuniría con su familia en el San Diego Zoo Safari Park, en California.
“Winston, de 51 años, es un gorila macho muy viejo”, dijo Matt Kinney, veterinario principal del San Diego Zoo Wildlife Alliance, quien encabezó el personal médico durante el procedimiento. Con mejor atención de salud, nuevas tecnologías y una mejor nutrición, “vemos a animales viviendo más tiempo y también estando más sanos durante más tiempo”, afirmó.
Con “cuidados gestionados por humanos”, los gorilas ahora pueden vivir dos décadas más que los 30 a 40 años que son comunes en la naturaleza. Sin embargo, al igual que ocurre con sus parientes humanos, el envejecimiento también conlleva enfermedades crónicas. Los gorilas son propensos a sufrir enfermedades cardíacas, la principal causa de muerte tanto para ellos como para nosotros. Así que ahora las preguntas para los cuidadores se parecen a las que enfrentan los médicos y los pacientes humanos mayores: ¿cuánto tratamiento es demasiado?
Para mantener sanos a los gorilas, los veterinarios de los zoológicos no sólo recurren a tecnologías y medicamentos desarrollados para humanos, sino que también consultan con especialistas médicos como cardiólogos, radiólogos, obstetras y dentistas.
Winston toma cuatro medicamentos para el corazón que la gente también toma, aunque en diferentes dosis. (Pesa 205 kilos). El monitor cardíaco que recibió también es implantado en humanos. Recibió su vacuna anual contra la influenza este otoño y está recibiendo fisioterapia para artritis.
Varios de los cuidadores de Winston de muchos años se han jubilado. Pero Winston sigue en el trabajo, dirigiendo su manada de cinco gorilas, manteniendo la paz.
“Es un espalda plateada tan tierno y un padre increíblemente tolerante”, dijo Jim Haigwood, curador del Zoológico Safari Park de San Diego. “Todavía le permitirá a su hija menor quitarle la comida de la boca”.
El zoológico ha introducido dos veces a la manada hembras con hijos, lo que en la naturaleza podría conducir al infanticidio. “Él crió a esos machos como si fueran sus propios hijos”, dijo Haigwood.
Winston, un gorila de llanura occidental originario de África Central, llegó al zoológico de San Diego en 1984. Gozó de una salud sólida hasta el 2017, cuando sus cuidadores notaron “una desaceleración general”, dijo Kinney, quien realizó el primer ecocardiograma de Winston. La prueba mostró sólo “un par de cambios sutiles, nada alarmante”, dijo.
Luego, en el 2021, toda la manada contrajo coronavirus. “Winston fue el más gravemente afectado”, dijo Kinney. Después de una infusión de anticuerpos monoclonales, Winston se recuperó.
Mientras Winston estaba siendo atendido, los veterinarios y médicos encontraron problemas de salud preocupantes. Su corazón había comenzado a bombear con menos eficiencia; eso lo llevó a un régimen diario de medicamentos ocultos en su comida y al monitor implantado. También toma ibuprofeno y paracetamol para la artritis. Más preocupante fue una tomografía computarizada y una biopsia que mostraron un tumor canceroso que dañaba el riñón derecho de Winston.
Después de considerar la esperanza de vida de Winston y determinar que el tumor no estaba creciendo, “nos sentimos cómodos con seguir monitoreándolo”, dijo Kinney.
“Queremos asegurarnos de que Winston esté viviendo una buena vida, que se sienta realizado”, dijo. “Entendemos bien lo que hace que Winston sea Winston”.
PAULA SPAN. THE NEW YORK TIMES
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