Como están las cosas hoy, todo indica que el próximo 10 de enero Nicolás Maduro asumirá nuevamente la presidencia de Venezuela. Lo complejo de esta situación es que, de acuerdo con las actas electorales disponibles hasta la fecha, el verdadero ganador de la contienda fue Edmundo González Urrutia con aproximadamente el 67 % de los votos, mientras que Nicolás Maduro habría alcanzado alrededor del 30 %. Pese a que esta realidad es clara para la comunidad internacional y para los propios venezolanos, ambos parecen estar sumidos en un estado de resignación general.
A nivel internacional, hay un bloque de países que reconoce a González como presidente electo –Estados Unidos, Perú, Argentina, Uruguay, Ecuador, Costa Rica, Panamá y el Parlamento Europeo–, mientras que hay otro que reconoce a Maduro como ganador –China, Rusia, Irán, Siria, Corea del Norte, Cuba, Nicaragua, entre otros–. Sin embargo, llama la atención que existe un grupo significativo de países que, argumentando distintas razones, han adoptado posiciones cautelosas y evitando tomar partido, limitándose a solicitar la publicación de las actas completas y a pedir transparencia en el proceso. Este es el caso de Brasil, México, Colombia, Chile e, incluso, algunos países de la Unión Europea; quienes, en el fondo, están asumiendo la postura de "blanco moderado" a la que se refiere Martin Luther King en su Carta desde la cárcel de Birmingham, preocupándose más por la "ausencia de tensión" que por la "justicia".
También resulta inquietante el comportamiento de los venezolanos. Tras una primera oleada de esperanza, en la que María Corina Machado –la mujer que en el fondo le ganó al régimen y desnudó su derrota– dio a conocer las actas electorales, se realizaron marchas multitudinarias en defensa de los resultados. Sin embargo, con el paso del tiempo la efervescencia ha disminuido, y la resignación parece haber vencido a la esperanza. Da la impresión de que han asumido una actitud de sumisión y tolerancia ante las circunstancias, renunciando a verse a sí mismos como agentes de transformación. Mandela y Gandhi nos enseñaron que la violencia no es la única forma para derribar muros; también existen la voz y el ejemplo.
Nos ha faltado adoptar una posición más decidida; al tratarse de una realidad lejana, la hemos asumido como simples espectadores, sin dimensionar lo que esto significa.
Este año, los ganadores del Nobel de Economía –Acemoglu, Johnson y Robinson– destacaron "la importancia de las instituciones para la prosperidad de un país". Esto incluye las estructuras informales que guían la manera como las sociedades se organizan y actúan colectivamente.
En estos 25 años del régimen de Chávez y Maduro, hemos visto marchas multitudinarias, leído columnas en defensa de la democracia y visto la lucha casi solitaria de héroes como Leopoldo López, María Corina Machado, Juan Guaidó y muchos otros. Pero nos ha faltado ver una acción colectiva más contundente que el solo ejercicio del voto y la protesta, tanto de los venezolanos que aún viven en su país como de aquellos que hace años decidieron migrar.
Adicionalmente, al resto de la humanidad nos ha faltado adoptar una posición más decidida; al tratarse de una realidad lejana, la hemos asumido como simples espectadores, sin dimensionar lo que esto significa en materia humanitaria y de seguridad para el hemisferio. Quizás el arte y la cultura ayuden a despertar la conciencia global sobre esta realidad.
No podemos olvidar el famoso poema del pastor luterano alemán Martin Niemöller:
"Primero vinieron por los socialistas, / y yo no dije nada, porque yo no era socialista. / Luego vinieron por los sindicalistas, / y yo no dije nada, porque yo no era sindicalista. / Luego vinieron por los judíos, / y yo no dije nada, porque yo no era judío. / Luego vinieron por mí, / y no quedó nadie para hablar por mí".