Durante varias generaciones, la Semana Santa fue un paréntesis religioso, de recogimiento, en el que las familias se ponían en o con su espiritualidad. No ha dejado de ser así, porque, como lo prueban la fortaleza del catolicismo y el crecimiento de las iglesias evangélicas, para los colombianos sigue siendo un asunto fundamental su relación con Dios, pero desde hace tres o cuatro décadas estos días santos también se han tomado como una oportunidad para la cultura: el llorado Festival Iberoamericano de Teatro, con sus elencos y sus públicos, creó la costumbre, y el Festival Internacional de Música Clásica de Bogotá ha conseguido preservarla.
Está cumpliendo siete ediciones ya. Este año, que ha escogido como tema central ‘Bogotá es América’, se llevará a cabo desde el miércoles 16 hasta el sábado 19 de abril. Reunirá a cientos de artistas colombianos e internacionales dedicados enteramente a interpretar obras creadas en esta región del mundo: desde los tangos de Astor Piazzolla hasta las bandas sonoras de John Williams. Será la suma de cuarenta conciertos en quince escenarios de la ciudad: el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, patrimonio de la capital, ha estado a cargo de su organización, pero también habrá presentaciones en numerosos auditorios –teatros, bibliotecas e iglesias– de toda la ciudad.
Para los colombianos sigue siendo un asunto fundamental su relación con Dios, pero desde hace tres o cuatro décadas estos días santos también se han tomado como una oportunidad para la cultura
En Cali, mientras tanto, comienza la tradición: el primer Festival de Música Clásica de Cali, ‘Nuevos vientos de ciudad’, se ha estado dando desde el jueves 10 de abril –e irá hasta el sábado también– en parques, en iglesias, en centros culturales y en teatros de la ciudad. Ha sido una bella celebración y una oportunidad para detenerse a recobrar el sentido de comunidad, la esperanza: coros, cuartetos de cuerdas y orquestas han servido como las misas para recordar que también vivimos en el mundo de la música. La Semana Santa es, cada vez más, un tiempo para oír y ser oído.
EDITORIAL