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Prosopagnosia: cuando no reconocemos ni nuestra cara
Según la Universidad de Dartmouth, es un trastorno neurológico que afecta al 2,5 % de la población.
Con ejercicios de yoga facial puede tonificar la piel del rostro. Foto: iStock
Personas como Brad Pitt, que aseguran padecer esta alteración visual conocida como ceguera facial, afirman que son incapaces de reconocer las caras de los individuos que encuentran, aunque los conozcan. No obstante, especialistas sostienen que hay casos mucho peores que esos, en los que los afectados son incapaces hasta de reconocer su propia cara en un espejo o en una fotografía.
La prosopagnosia es “la interrupción selectiva de la percepción de rostros, tanto del propio como del de los demás”, según el alemán Joachim Bodamer, que realizó el primer estudio clínico y la documentó y definió en 1947.
“No es una enfermedad, sino un síntoma o síndrome que puede corresponder a causas de diversos orígenes y que se presenta, sobre todo y con más frecuencia, en adultos mayores con problemas vasculares que producen crisis demenciales”, explica a EL TIEMPO el psiquiatra colombiano Alfonso Rodríguez.
“Es un síndrome muy raro, tanto que casi todos los casos que se diagnostican se publican en revistas especializadas. Aparece cuando se produce una lesión en áreas cerebrales específicas. No existen datos epidemiológicos mundiales y menos en América Latina”, asegura a este diario la neuróloga María Antonieta Bobes, del Centro cubano para la neurociencia.
La británica Evie Prichard, que empezó a padecer la anomalía cuando tenía 19 años, por ejemplo, no podía reconocer ni su propio reflejo en las vitrinas de la calle o en el espejo de un bar, según le dijo a la 'BBC' en una entrevista hace 7 años.
“Para mí, un rostro es como un sueño. Es increíblemente vívido en el momento, pero se desvanece segundos después de que miro a otra parte, y solo quedan rasgos desarticulados y un vago recuerdo de cómo me hacía sentir”, reveló.
Lo más sorprendente de este síndrome es que “podamos memorizar un considerable número de rostros a lo largo de nuestra vida y que esa capacidad de reconocerlos se pueda perder por una lesión en una región particular de la corteza cerebral”, dice a este diario el neurólogo Francisco Lopera, director del grupo de neurociencia de la Universidad de Antioquia y un muy respetado especialista en este campo.
Nos parece que actos como mirar lo que nos rodea y reconocer que una mesa es una mesa son procesos sencillos y no nos damos cuenta de que (...) implican funciones cerebrales muy sofisticadas
La prosopagnosia “muestra que el rostro pertenece a una categoría visoperceptual especial y que, desde el punto de vista biológico, psicológico y social, parece ser el objeto visual de mayor significación para el hombre”, señala Lopera en un estudio sobre ‘Procesamiento de caras’.
Un trastorno como este hace que reflexionemos sobre la complejidad de lo que creemos como más simple y cotidiano.
“A veces, nos parece que actos como mirar lo que nos rodea y reconocer que una mesa es una mesa, o que una puerta es una puerta, son procesos naturales y sencillos y no nos damos cuenta de que en ello está involucrada una compleja red de asociaciones, que implican funciones cerebrales muy sofisticadas”, afirma Las Mentes Brillantes, un portal especializado en neurociencias.
En Colombia y el mundo
Prosopagnosia. Foto:iStock
El único caso de prosopagnosia en América Latina se reportó en Colombia hace casi 30 años. “Fue descrito y documentado por primera vez por el brillante neurólogo colombiano Francisco Lopera y un colega suyo en 1994”, revela la doctora cubana Bobes.
EL TIEMPO solicitó al doctor Lopera informaciones más detalladas sobre ese descubrimiento, pero no recibió respuesta.
Bobes asegura que pese a la escasa presencia del síndrome en América Latina y en el mundo, se están realizando hoy múltiples investigaciones al respecto en Bélgica, Canadá, Francia, los Países Bajos y otros países en las que se “describen exhaustivamente las características neuropsicológicas y anatómicas que lo caracterizan”.
Los estudios realizados hasta hoy “han sido decisivos para entender cómo el cerebro procesa los rostros”, y las investigaciones más modernas, “que incluyen neuro-imágenes de resonancia magnética para tratar de describir los circuitos neurales afectados” por la prosopagnosia, han sido valiosas y de gran ayuda, afirma.
Bobes es enfática al resaltar que “no existe ningún tratamiento” para combatir este síndrome, pero dice que eso no significa que quien lo padezca se encuentre acorralado y sin salida. “Los pacientes aprenden a utilizar otras vías de reconocimiento como la voz, la forma de caminar, o el olor de sus conocidos”.
Siendo así, Bobes recuerda que lo que afecta al paciente es su capacidad de reconocer la cara de las personas, pero no su audición, olfato, tacto o el resto de información que almacenamos sobre quienes conocemos.
Actualmente se están desarrollando programas de entrenamiento para ayudar a los afectados por el síndrome en el reconocimiento facial de sus conocidos, de acuerdo con el Sistema Nacional de Salud del Reino Unido.
Brad Pitt en su discurso de aceptación al Óscar este domingo. Foto:Kevin Winter / AFP
¿Cómo es el síndrome?
Es un raro trastorno. “Son casos muy excepcionales, porque se requiere una lesión bilateral de los giros fusiformes, una estructura que conecta los lóbulos occipitales con los temporales. Tienen que dañarse los dos giros fusiformes, el izquierdo y el derecho al mismo tiempo, para que se presente este síndrome”, precisa el doctor Lopera.
De acuerdo con la Sociedad Española de Enfermería Neurológica, la prosopagnosia se produce “por lesiones localizadas en el lóbulo temporal, por lo general en el hemisferio derecho”.
Según el instituto neurológico español NeuroRHB, especializado en la rehabilitación y tratamiento de trastornos de neurodesarrollo, la prosopagnosia “se caracteriza por la incapacidad que presenta una persona para reconocer rostros, incluso el propio, en un espejo o fotografía”.
“Si tampoco se reconocen figuras u objetos, por ejemplo, se trata de una agnosia visual”, explica el neurólogo Jesús Porta-Etessam, vicepresidente de la Sociedad Española de Neurología (SEN).
La agnosia visual, por lo tanto, es la incapacidad de reconocer objetos con la vista. De ahí que El hombre que confundió a su mujer con su sombrero, escrito por el neurólogo británico Oliver Sacks en 1985, condensó en el título el caso de uno de sus pacientes, al parecer un músico sociable, simpático y de buen humor, que padecía agnosia visual.
El caso del músico pasó a la historia de la neurociencia como uno de los más extraños y curiosos, porque representó un ejemplo perfecto sobre los caminos que puede tomar, si no funciona bien, esa portentosa máquina biológica que es el cerebro humano.
En su libro, Sacks también menciona la prosopagnosia, en la que una persona sabe que lo que ve es una cara, pero ha perdido la conexión entre la imagen y la parte de su memoria que la identifica. En algunas ocasiones, puede suceder que el afectado no se dé cuenta de que padece el síndrome, según algunos especialistas.
Por lo general, la prosopagnosia se presenta en adultos mayores, pero el doctor Lopera ite que también se detecta en personas jóvenes.
Cualquier lesión que afecte a las zonas occipitales y parietales puede producir una prosopagnosia. Sea un traumatismo, un infarto cerebral, un tumor, un hematoma o una enfermedad neurodegenerativa
“Puede aparecer en cualquier persona que sufra un daño bilateral de los giros fusiformes, lo que puede ocurrir por un trauma craneal o por una enfermedad cerebrovascular del territorio basilar que afecte las arterias posteriores que irrigan las regiones occipitales y temporales mediales, afectando así dichos giros fusiformes”, explica el doctor Lopera.
De acuerdo con informaciones científicas, existen dos tipos de prosopagnosia: la aperceptiva, cuando el afectado no diferencia un rostro de otro, y la asociativa, en la que distingue algunas caras, pero no las puede asociar con personas conocidas, como el tipo de afección que tendría Brad Pitt.
Además, hay “una forma de prosopagnosia ligera que es congénita, llamada ‘del desarrollo’, que se describe como una dificultad para reconocer rostros por debajo de la media normal. Por lo general, las personas que la padecen no la consideran como algo que les limite la vida o, simplemente, no se dan cuenta de que la poseen y solo lo descubren cuando se realizan pruebas de laboratorio en el marco de estudios académicos”, explica la doctora Bobes.
Sin embargo, “cualquier lesión que afecte a las zonas occipitales y parietales puede producir una prosopagnosia. Sea un traumatismo, un infarto cerebral, un tumor, un hematoma o una enfermedad neurodegenerativa que afecta a esas zonas”, reitera el doctor Porta-Etessam.
Es muy importante que las investigaciones sobre la prosopagnosia continúen, pese a que se trate de una rara anomalía, pues los neurólogos Bobes y Lopera estimaron en un estudio conjunto que dilucidar sobre “los mecanismos que originan este déficit neuropsicológico puede ayudar a comprender, también, los mecanismos neurales y psicológicos que subyacen al procesamiento de caras en sujetos típicos”.
El impacto del trastorno en la vida diaria de quien lo padece
De acuerdo con el Servicio Nacional de Salud del Reino Unido (NHS, como se le conoce por su sigla en inglés), este peculiar padecimiento, que impide reconocer los rostros de aquellas personas que rodean al afectado en su día a día, está presente “desde el nacimiento y suele ser un problema que una persona tiene durante la mayor parte o toda su vida”. Siendo así, “muchos con prosopagnosia –continúa explicando la entidad– no son capaces de reconocer a familiares, parejas o amigos”.
Una de las ‘alternativas’ que tienen las personas que sufren de prosopagnosia es utilizar estímulos no visuales para identificar a sus interlocutores. Por ejemplo, según el NHS, “pueden sobrellevar la situación utilizando estrategias alternativas para reconocer a las personas, como recordar la forma en que caminan o su peinado, su voz o su ropa”.
No obstante, algo que la entidad británica advierte es que dichas estrategias no siempre pueden resultar efectivas, por ejemplo, en el caso de que quien padezca de prosopagnosia tenga o con las demás personas en ámbitos que le resulten ajenos a su cotidianidad.
Asimismo, un efecto que se deriva de este trastorno cognitivo es que el afectado en cuestión “puede evitar la interacción social y desarrollar un trastorno de ansiedad social; un miedo abrumador a las situaciones sociales”.
Paralelo a esto, el NHS advierte que este padecimiento puede llegar a “afectar la capacidad de una persona para reconocer lugares y objetos, como automóviles. Muchas personas también tienen dificultades para ‘navegar’ (es decir, movilizarse). Esto puede implicar una incapacidad para procesar ángulos o distancias, o problemas para recordar lugares y puntos de referencia”.
Más aún, curiosamente, se dificulta “seguir la trama de películas o programas de televisión. Puede ser casi imposible para alguien con prosopagnosia, porque les cuesta reconocer a los personajes”.