Si su abuela todavía estuviera viva la abrazaría y le daría las gracias por haberla aproximado al activismo social y a lo que ella llama ‘el amor al servicio’. Laura Serna Mosquera nació en Quibdó, tiene 26 años y todos los días celebra su origen y sus raíces. Recuerda a doña Elba Hinestroza de Mosquera, su abuela, como una mujer pionera de muchas causas en El Chocó y, de ella, heredó buena parte de la pasión que la mueve. En 2020 se convirtió en ‘champion’ de Escazú que es, en realidad, un reconocimiento mundial para defensores de derechos humanos en asuntos ambientales.
Es rebelde, sí, pero hace parte de una nueva generación de ambientalistas que cree más en persuadir con argumentos que en simplemente fustigar a quienes desprecian este tema. Con sus respuestas en esta entrevista, le da una lección a los ‘ecologistas sacerdotales’ pero también a los ‘desarrollistas sin corazón’. Todos deberíamos tomar nota de una líder social como Laura.
¿Qué significa para ti el pacífico colombiano, la región de la que vienes?
Es una cajita de Pandora; una mezcla de muchas riquezas. Representa un lugar en el que el ser humano ha podido explorar algunas cosas pero en el que hay muchas que se quedarán sin explorar y eso no está mal. Siento que el pacífico es un lugar complejo de entender, que se reserva cosas para sí. Es un sitio con un potencial enorme para Colombia pero lastimosamente por el racismo estructural que tenemos en nuestro país, hemos sido nosotros, como territorio, quienes más hemos pagado por el desarrollo de Colombia pero quienes menos hemos recibido por ese desarrollo.
¿Es entonces en El Chocó desde donde comienzas tu defensa por el medio ambiente?
Lo social siempre ha estado cercano a mí. Acompañando a mi abuela que era pionera de la Liga contra el Cáncer, fui la voluntaria más chiquita del país pero en realidad donde comencé a hacer cosas para la protección del ambiente fue en la Universidad del Rosario, en la clínica jurídica, con la buena suerte de que todos los casos que me llegaban, por coincidencia, tenían una relación con este tema y uno de esos asuntos tenía que ver con hacerle seguimiento al Acuerdo de Escazú que, en ese momento, estaba dando sus primeros pasitos, en el proceso de que los Estados lo ratificaran.
¿Y qué pasó ahí?
Conocí a una de las personas que más iro; es mi mentora de vida y profesional: Lina Muñoz, que es muy experta en estos temas. Ella me propuso postularme como ‘champion de Escazú’ que, básicamente es una iniciativa que desde la Cepal se creó para que los jóvenes nos vinculáramos e impulsáramos el acuerdo. Tuve muchas dudas y susto pero ella me dijo: “hazlo, tú tienes con qué”.
¡Te escogieron! Supongo que había muchos aspirantes más…
Sí, eso fue en pandemia y no es fácil quedar pero me escogieron. Yo ahí mismo pensé que estudié derecho no solo para entender las leyes sino para hacer que las normas cumplan la función primordial que tienen y yo sí creo que deben servir para que tengamos sociedades mucho más justas y ese rol de ‘champion de Escazú’ me permitía hacer esa traducción entre el derecho y lo que las comunidades necesitaban, así que fui y soy muy feliz de tenerlo.
Hoy eres coordinadora de una fundación que lleva el nombre de ‘el derecho a no obedecer’ y eso suena bastante disruptivo y rebelde. ¿En qué consiste eso?
Ja,ja. Eso del ‘derecho a no obedecer’ es una plataforma de la corporación ‘Otra parte’ y nace del filósofo, Fernando González, quien escribió una tesis con ese nombre y la historia cuenta que cuando la fue a presentar le dijeron: “con ese título, no”, je, je, pero detrás de esto hay unos postulados muy valiosos que invitan a la gente a repensar las normas que son injustas y promover que la ciudadanía transforme y converse abiertamente de eso. En la línea de justicia climática, que yo coordino, estoy trabajando muy especialmente en la calidad del aire que es un tema del que poco se habla porque no se ve y en el que las acciones son muy ineficientes.
¿Eres consciente de que, en este punto de la entrevista, hay mucha gente que puede desconectarse simplemente porque este tema no le importa y no la mueve?
Mira, yo puedo proteger todos los derechos y puedo trabajar por muchas cosas en el mundo pero hay una cosa con la que ningún ser humano puede convivir y es con el deterioro del ambiente. Tú no puedes elegir si respiras o no y seguir viviendo normal o si tomamos agua o no y sobrevivir si escogemos no hacerlo. Somos parte de un ecosistema y la protección de las personas y los seres que vivimos en él es fundamental para que sigamos coexistiendo. Así de importante es este tema, por si acaso quedan dudas.
Ahora bien, ¿se puede conciliar el desarrollo y progreso económico con el cuidado del ambiente y la conciencia ecológica?
Yo creo que sí. Sin duda alguna, creo que sí. ¿Qué es lo que ocurre?, que nos vamos a incomodar y a los seres humanos no nos gusta y cambiar patrones y decir: “hoy estamos funcionando así y tenemos que pensar en funcionar distinto”. La combinación de desarrollo y cuidado es viable y debe basarse en la justicia climática y en los derechos humanos.
¿Está bien que nos metan a todos en la misma bolsa señalándonos de ‘contaminadores’ o exigiéndonos las mismas responsabilidades?
No. Mira, yo no puedo pensar en que es lo mismo lo que puede contaminar una comunidad en Tribugá frente a lo que puede hacer una ciudad en China. La comparación puede resultar absurda pero la pongo de presente porque no todos tenemos las mismas cargas. Aunque la responsabilidad es compartida debe ser diferenciada. Debemos propender por reconocer que es posible un balance en donde haya desarrollo económico pero también cuidado de los territorios y el ambiente, pero hay que incomodarnos para dar estas discusiones. Nada qué hacer.
Se habla de transición en todo el mundo y, en Colombia, el gobierno hace mucho énfasis en este tema. ¿Qué opinas de las políticas que estamos implementando en esta materia?
Hay una base que nosotros no hemos reconocido y es que el proceso debe ser paulatino. Yo no le puedo decir a una zona “deje de cultivar ciertas cosas o deje de explorar o explotar el petróleo sin darle soluciones realistas a esta gente”. No se puede proteger el ambiente a costa de que las personas se mueran de hambre. Eso no es viable. Más allá de la propuesta concreta del gobierno, la discusión debe ser ¿cómo hago para ir quitando un peso de un lado de la balanza para ir poniéndolo en el otro lado sin sacrificar a la gente por el camino?. La transición tiene que ser justa porque, si no, vamos a cambiar el sistema afectando mucho a las comunidades. Debemos venderle de una manera más atractiva al sector privado la forma de la transición.
Para allá voy: la transición implica gradualidad, prudencia… A veces, ciertos ambientalistas se oyen desesperados y extremistas, debo decirlo…
El discurso ambientalista y de derechos humanos, lastimosamente, por mucho tiempo, se basó en un mensaje de emergencia, de caos, de ‘condenación’, por decirlo de alguna forma, y eso nos ha costado que el sector privado nos rechace y que no se sienta parte de las soluciones. Yo no los estoy ni aplaudiendo ni dejando de decir que ciertas empresas vulneran los derechos humanos pero esta relación entre unos y otros hay que cambiarla.
¿Cómo?
Si un día yo llego a una comunidad y me encuentro con un campesino que se gana un sueldo derivado de una actividad minera y él me pregunta: “¿y de qué voy a vivir si cierran la mina”, y yo le digo: “no, es que hay que cuidar el planeta”, ¡quién con hambre decide!, Nadie con hambre puede hacer parte de un mensaje de transición y, yo creo que, como ambientalistas, tenemos que ser conscientes y buscar ese equilibrio y tenemos que ser cautivadores para un sector que piensa de una manera diferente. Yo no pienso en términos de números ni de rentabilidad porque no es mi trabajo hacerlo pero hay otro sector que sí lo hace y hay que buscar la forma y crear puentes para que existan puntos en común. Tenemos que reconciliarnos en los procesos de transición energética y, en general, en los procesos de adaptación al cambio climático.
¿Te sientes parte de una minoría interesada por estos temas o crees que esto de verdad está en la agenda de la sociedad, especialmente de los jóvenes?
Es una ola que ha venido creciendo y dejamos de ser vistos como los jóvenes que salen y protestan pero después buscan un trabajo serio y nos hemos dado cuenta que necesitamos una labor continua en esto y espero que esto siga siendo así. Cada vez somos más.
Laura, ¿a quién iras en la vida y por qué?
¡Wow! Ja, ja. Esa pregunta es bien dura de contestar. iro a Jesús, como mujer de fe que soy. iro mucho el trabajo que se está haciendo en el pacífico por parte de mujeres que he conocido y trabajan en pensar en cómo generar espacios para cerrar brechas. iro a Michelle Obama porque, para mí, como una mujer afro, ella muestra muy bien una nueva forma de liderazgo de las mujeres.
Por último, si después de todo esto que nos has dicho, lograste interesar a un nuevo lector o ciudadano en el cuidado del ambiente, ¿qué consejo le darías?
Que se informe. Desde que yo me informe y coja una sola cosa del planeta que me importe y diga “me voy a concentrar en cuidar eso”, ya estoy haciendo mucho. Si a usted le gustan los animales, cuídelos. Si quiere dedicarse a hacer que su casa genere la menor cantidad de residuos, maravilloso. Que sepan que no tienen que salvar el planeta completo. Yo por eso no trabajo en todos los temas ambientales sino en unos en específico.
Eso hace que sea más fácil y que la maleta no pese tanto sino que sea una que se ajuste a lo que yo de verdad puedo hacer.
JOSÉ MANUEL ACEVEDO
Especial para EL TIEMPO
X: @JoseMAcevedo
De la serie 'Los 40 de menos de 40'