Los días se alargan en Nuuk, la capital groenlandesa. Incluso después del atardecer, el sol permanece bajo el horizonte y arroja un resplandor sobre el rocoso paisaje costero. En los días bañados de sol, cuando el azul del cielo se confunde con el del mar, se pueden irar las sorprendentes montañas groenlandesas. Sus crispados picos contrastan con la suavidad de las cuestas inferiores, fiordos esculpidos por la implacable fuerza de las antiguas capas de hielo. La tundra, de un fragante verde amarronado, salpica la escena. Caminar sobre el manto de nieve que se derrite por doquier se convierte en una experiencia húmeda y pesada.
No hace falta ser científico para observar las tendencias que los investigadores podemos detectar con satélites y otras mediciones en el largo plazo. Las nevadas llegan más tarde, a veces pasada la Navidad, y ya no son tan continuas. En la capa de hielo groenlandesa, que viene perdiendo volumen desde hace medio siglo, se está dando una transformación rápida y radical.Según el ‘Informe sobre el Ártico para Groenlandia’, preparado por la Oficina Nacional de istración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos, que coescribí, la situación es sombría.
En 2022 se cumplieron 25 años consecutivos de pérdida de hielo, acompañada por “derretimientos de fin de temporada sin precedentes”; un año antes, en agosto de 2021, la Estación Cumbre documentó la primera lluvia de la que hay registros en la zona.
Esta semana, un estudio publicado en la revista Nature Communications reveló que las mayores plataformas de la capa de hielo polar, que están en el norte de Groenlandia, han perdido más de un tercio de su volumen desde 1978.
La situación global también es preocupante. El miércoles, el sistema satelital europeo Copernicus alertó que este año seguramente será el más caluroso desde que existen datos, pues durante cinco meses se han superado los récords de temperaturas.
Además, el sistema registró que octubre fue el sexto mes consecutivo durante el cual la extensión del hielo marino de la Antártida, en el otro polo terrestre, se mantuvo en un nivel de escasez récord.
Se prevé que la pérdida de hielo en Groenlandia, que está acelerándose, superará a la de cualquier período del Holoceno, la era geológica que comenzó hace aproximadamente 12.000 años. Hay evidencia convincente de que la porción occidental de la capa de hielo groenlandesa es cada vez más inestable y se acerca a un punto de inflexión en el que su dinámica y estructura cambiarán de manera fundamental e irreversible.
De hecho, es posible que los científicos hayan subestimado la sensibilidad de los glaciares al calentamiento global, lo que implica que podríamos alcanzar el punto de inflexión antes de lo esperado. Mis investigaciones muestran que la pérdida de hielo fue cambiando las márgenes de la capa de hielo y de la costa groenlandesa, alterando la velocidad de los glaciares y redirigiendo los flujos de hielo, agua y sedimentos. A veces, esos cambios influyen sobre la respuesta de la capa de hielo a los futuros aumentos de temperatura.
En mi reciente visita a Nuuk seguí trabajando en el proyecto QGreenland, creando una herramienta de datos geoespaciales para investigadores y educadores interesados en explorar Groenlandia y aprender sobre las investigaciones científicas que se están llevando a cabo allí.
Aunque en los mapas interactivos no se puede oler la tundra ni escuchar a los pájaros árticos, esas herramientas prometen familiarizar a las personas con la mayor isla del mundo y ayudarles a entender cómo los cambios en el Ártico podrían afectar a sus propias comunidades, incluso a las que están a miles de kilómetros de distancia.
Para evitar una catástrofe debemos actuar inmediatamente. Así como la luz de las estrellas distantes nos permite escudriñar el pasado, los cambios que actualmente vemos en Groenlandia –consecuencia de nuestra inacción anterior frente a las emisiones de gases de efecto invernadero– ofrecen un alarmante indicio del futuro.
Como señala el último ‘Informe de síntesis’ del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPPC, por sus siglas en inglés): “El aumento del nivel del mar será inevitable durante siglos y hasta milenios”, debido al derretimiento de la capa de hielo.
Tal vez, si nuestro patio no se está inundando, el aumento del nivel del mar no parezca un problema urgente, pero aproximadamente el 40 % de la población mundial vive a menos de 100 kilómetros de la costa. Más allá de la erosión costera y la inundación de los recursos y ecosistemas de agua dulce con agua salada, también afectará los niveles de las napas (acumulaciones de agua subterránea), lo que podría causar inundaciones y la contaminación del agua tierra adentro.
Y quienes vivimos a miles de kilómetros de la costa dependemos de la infraestructura costera para acceder a bienes y realizar envíos. Todos debemos planificar un futuro que contemple el aumento sostenido del nivel del mar y trabajar juntos para responder a esa situación.
El grado y ritmo del aumento del nivel del mar, sin embargo, siguen dependiendo de lo que hagamos ahora. El último informe del IPPC, que indica que las temperaturas mundiales se encaminan hacia un aumento de 3,5 °C para 2100, destaca la urgencia con la que debemos reducir la brecha entre las medidas actuales para combatir el cambio climático y lo necesario para alcanzar la meta mundial acordada de menos de 2 °C.
Si las temperaturas aumentan entre 2 y 3 °C, las capas de hielo de Groenlandia y la Antártida Menor podrían desaparecer “casi completa e irreversiblemente durante varios milenios”, lo que causaría un incremento del nivel del mar de varios metros. Las estimaciones sugieren que la capa de hielo groenlandesa por sí sola tiene capacidad suficiente para elevar el nivel del mar 7,4 metros.
Afortunadamente, el futuro de la humanidad no está completamente predeterminado. Si actuamos con decisión centrándonos en el clima, podemos salvar gran parte de las capas de hielo de Groenlandia, frenar el avance de los incendios descontrolados, minimizar el aumento de la frecuencia y gravedad de las sequías, mejorar la seguridad alimentaria y garantizar que el mundo sea habitable.
Pero eso requiere un esfuerzo concertado y sostenido para limitar el aumento de la temperatura mundial... cada grado importa. Para vencer al cambio climático debemos cumplir los plazos establecidos y los compromisos existentes de abandonar los combustibles fósiles como principal fuente energética. El mensaje de Groenlandia es claro: el hielo no negocia.
TWILA MOON (*)
© PROJECT SYNDICATE
NUUK
(*) Científica del Centro Nacional de Datos de Nieve y Hielo de la Universidad de Colorado en Boulder.
El mundo del pueblo inuit se derrite de forma alarmante en el Ártico
El estruendo de los icebergs que se desploman en las aguas turquesas del este de Groenlandia es la alarma que suena para uno de los ecosistemas más importantes del planeta, sus habitantes y especies nativas.
El hielo se derrite de manera alarmante y en el pueblo de Ittoqqortoormiit, una de las últimas comunidades de cazadores inuits ve amenazados sus ancestrales medios de supervivencia. El casquete polar de Groenlandia contiene poco más de 8% del agua dulce del planeta, lo que haría subir el nivel del mar siete metros en caso de derretimiento.
El cambio climático podría privar a este caserío de su única fuente de agua potable: un río que nace de un lago, alimentado por un glaciar que se derrite.
El último julio fue el más cálido del que se tenga registro en la estación de investigación groenlandesa Summit Camp, en lo alto del casquete. “En algunos años quizás no haya más nada”, dice Erling Rasmussen, responsable de la gestión del agua para el pueblo en la compañía pública Nukissiorfiit.
“Los glaciares se achican cada vez más”, continúa Rasmussen, “Creo que, en el futuro, para beber el pueblo deberá buscar agua en el océano”. Pero transformar el hielo en agua potable es costoso, consume mucha energía y es muy aleatorio.
Los barcos cargueros solo llegan a Ittoqqortoormiit una o dos veces por año. Los habitantes dependen durante los interminables inviernos de la carne que aportan los cazadores. Sus aguerridos marineros tienen que zigzaguear entre inmensos icebergs que solo dejan estrechos pasajes. “Necesitamos nuestras propias proteínas animales. No podemos contentarnos con comprar carne danesa congelada”, explica Jørgen Juulut Danielsen, enseñante y exalcalde del pueblo.
Pero a medida que el termómetro sube y la banquisa se reduce, la tradicional caza de focas, que consiste en atrapar a estos animales cuando salen a respirar a través de agujeros en el hielo, se vuelve más peligrosa. Con menos nieve resulta también más difícil utilizar el trineo con perros para cazar al buey almizclero.
Y los seres humanos no son los únicos afectados por el deshielo. El debilitamiento de la banquisa empuja a los osos polares hambrientos a entrar en los caseríos en busca de comida.
Reacciones en cadena
Anidados entre las montañas rojizas del fiordo de Rode, los glaciares son indispensables para el ecosistema. Sin embargo, las condiciones extremas locales han hecho de este lugar uno de los menos estudiados del planeta.
Tras cinco años de planificación, la iniciativa científica Greenlandia se apura para documentar todo lo que puede en este puesto avanzado del cambio climático, antes de que sea demasiado tarde. Estas dos últimas décadas, el inmenso casquete glaciar de Groenlandia perdió 4,7 billones de toneladas, contribuyendo por sí solo a un aumento del nivel de los océanos de 1,2 centímetros, estiman científicos daneses especialistas en el Ártico.
“Ustedes escuchan hablar del cambio climático, pero aquí lo ven”, afirma el jefe de la expedición, Vincent Hilaire. En efecto, los glaciares que caen en el mar provocan una subida de las aguas, por lo que el líquido de deshielo frío levanta al del fondo del fiordo, rico en nutrientes.
A medida que los glaciares se derriten y retroceden hacia el interior de la tierra, esta mecánica se bloquea. La escasez de nutrientes pone en marcha una reacción en cadena: menos plancton; por lo tanto menos bacalao polar, y por lo tanto menos focas y osos, fuentes de proteínas esenciales para los habitantes de Ittoqqortoormiit.
‘Nieve de sangre’
Nuevas investigaciones llevadas a cabo durante la expedición Greenlandia muestran un panorama sombrío para el futuro de los glaciares: en un fiordo cada vez más caliente, una tintura rojiza se expande en el hielo y la nieve.
Detrás de esta pigmentación apodada ‘nieve de sangre’ se encuentra un tipo de alga, la Sanguina nivaloides, que recién fue identificada científicamente en 2019.
Cuando la nieve se derrite, esta alga se protege de la intensidad luminosa produciendo un pigmento rojo anaranjado. Pero al hacer esto, el nuevo color disminuye la capacidad de la nieve de reflejar la luz del sol, lo que acelera el derretimiento.
Según los estudios, estas algas microscópicas son responsables de hasta el 12 % del derretimiento anual del casquete groenlandés, es decir, 32.000 millones de toneladas de hielo, una cifra “colosal” para los científicos.
Repercusión planetaria
“Enfrentamos una catástrofe”, afirma Eric Maréchal, del Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS) de Francia. “¿Se puede detener a tiempo este proceso? No lo creo”, confiesa.
La carrera contrarreloj ante el cambio climático obliga a los equipos del CNRS y del servicio meteorológico nacional francés a apurarse para recolectar muestras de ‘nieve de sangre’ capaces de ayudarlos a comprender, con datos satelitales, el comportamiento del alga.
“El riesgo que corremos aquí es la desaparición de todo un sistema”, explica Eric Maréchal. “Interesarse por lo que pasa en Groenlandia es también entender la dinámica del desajuste del ciclo del agua a escala planetaria y del gran derretimiento que provoca el aumento del nivel de las aguas de los océanos”, concluye.
ELIAS HUUHTANEN
AGENCIA AFP
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