El sueño cumple un papel esencial en el equilibrio del organismo y su alteración puede impactar directamente en el estado cognitivo. No se trata solo de una rutina necesaria para recuperar energía, sino de un proceso biológico con consecuencias relevantes para la salud a largo plazo. Así lo han advertido expertos y múltiples investigaciones científicas que vinculan la falta de descanso con el desarrollo de enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer.
De acuerdo con el doctor Daniel Cardinali, médico e investigador emérito del CONICET, el sueño es un “estadio fundamental para el mantenimiento del equilibrio, no sólo cerebral, sino del de todo el cuerpo”. La homeostasis —capacidad del organismo para mantenerse estable frente a estímulos externos— depende, en gran parte, de una correcta calidad del sueño.
Falta de sueño favorece acumulación de proteínas vinculadas a enfermedades neurodegenerativas. Foto:iStock
Medicina del sueño y pautas para dormir mejor
En los últimos años, el interés por los efectos del descanso ha dado lugar a una nueva especialidad médica: la medicina del sueño. También se han creado más clínicas e instituciones dedicadas al análisis de los trastornos relacionados con dormir poco o en exceso. Como respuesta, se han desarrollado guías de “higiene del sueño”, promovidas por entidades como la World Sleep Society.
Entre las recomendaciones más importantes se destacan: mantener horarios regulares para acostarse y levantarse, evitar el alcohol y la nicotina antes de dormir, no consumir alimentos pesados en la noche, asegurar una temperatura cómoda en la habitación y bloquear ruidos y luces externas.
Un estudio reciente de investigadores canadienses, publicado en la revista Science Advances, aporta nuevos datos sobre cómo la falta de descanso perjudica la salud mental. Según los autores, durante el sueño, el cerebro activa un mecanismo similar al reciclaje de residuos, eliminando sustancias innecesarias. Cuando este proceso se interrumpe por falta de descanso, se acumulan proteínas dañinas que afectan la cognición.
Andrew Lim, profesor asociado de Neurología de la Universidad de Toronto y autor principal del estudio, explicó que las personas con sueño fragmentado mostraban un bajo rendimiento cognitivo en las pruebas. En estos casos, las células inmunitarias del cerebro se encontraban envejecidas y anormalmente activadas, lo que puede favorecer el desarrollo de demencia.
El flujo glinfático y la eliminación de toxinas
Cardinali detalla que existe un proceso conocido como flujo glinfático, que se activa durante el sueño profundo. Este sistema permite que una corriente fluya a través del tejido cerebral, desde las arterias hacia las venas, para eliminar desechos. Si este proceso se interrumpe, se incrementa la acumulación de proteínas como Tau y β-amiloide, asociadas al Alzheimer y otras enfermedades neurodegenerativas.
Evidencia científica sobre el vínculo con el Alzheimer
La relación entre la falta de sueño y la aparición del Alzheimer ha sido respaldada por otras investigaciones. Un estudio de la Escuela de Medicina de Harvard, que analizó a más de 2.800 personas mayores de 65 años, encontró que quienes dormían menos de cinco horas por noche tenían el doble de riesgo de desarrollar demencia y de fallecer en los cinco años siguientes.
La “higiene del sueño” incluye prácticas como mantener horarios regulares y evitar estimulantes Foto:iStock
Otra investigación, realizada en Europa con casi 8.000 participantes, reveló que dormir seis horas o menos de forma constante a lo largo de las décadas se relaciona con un aumento del 30% en el riesgo de demencia, en comparación con quienes dormían una cantidad normal de siete horas.
¿Se pueden revertir los efectos del mal descanso?
A pesar de los riesgos, hay señales alentadoras. El doctor Andrew Budson, jefe de neurología cognitiva y conductual en el Sistema de Atención Médica para Veteranos de Boston, afirmó que dormir bien podría reducir las probabilidades de desarrollar Alzheimer, incluso en personas con predisposición genética.
Budson menciona un estudio conjunto de las universidades de Toronto y Chicago, donde se observó que aquellos que mejoraban su descanso mediante prácticas de higiene del sueño presentaban una disminución en la acumulación de sustancias dañinas en el cerebro.
Calidad de la vigilia, otro factor clave
Para Cardinali, no solo se debe contar la cantidad de horas de sueño, sino evaluar la calidad del estado de vigilia. “El único elemento que se tiene que evaluar es la calidad de la vigilia: si es adecuada, la calidad del sueño también lo será”, indica. Esto significa que una persona con buena atención, memoria y sin somnolencia durante el día probablemente esté durmiendo lo suficiente, incluso si no sigue un número de horas exacto.
Los especialistas coinciden en que el sueño debe cuidarse en todas las etapas de la vida. Aunque los efectos negativos pueden tardar años en manifestarse, las alteraciones en el descanso afectan desde los procesos de aprendizaje hasta la prevención de enfermedades crónicas.
Estos hallazgos abren la puerta a considerar el sueño como un aspecto central en la prevención de enfermedades neurodegenerativas. Promover hábitos saludables de descanso, diagnosticar trastornos a tiempo y ofrecer tratamiento médico especializado podría marcar una diferencia significativa en la salud cognitiva de la población.
Dormir bien no es solo una cuestión de bienestar momentáneo. Se trata de una función biológica con efectos profundos en el sistema inmunológico, la salud cerebral y el envejecimiento. A medida que aumenta la evidencia científica, crece también la responsabilidad individual y colectiva de fomentar el cuidado del sueño como una herramienta preventiva ante enfermedades como el Alzheimer.
Dormir seis horas o menos a partir de los 50 años incrementa un 30 % el riesgo de padecer demencia. Foto:iStock
*Este contenido fue reescrito con la asistencia de una inteligencia artificial, basado en la información publicada por La Nación (GDA), y contó con la revisión de la periodista y un editor.
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