Al retomar la historia de la anticoncepción –que en la última entrega había llegado hasta los espermicidas– es importante hablar de los famosos llamados métodos de barrera que consisten en introducir dentro de la vagina algunos elementos que, literalmente, impiden la carrera de los espermatozoides hacia el útero.
Los relatos dejan ver que con este objetivo se utilizaron objetos de artesanías y elementos con materiales de todo tipo como vidrio, marfil, madera y hasta metales preciosos, con resultados variables, con lo que se puede decir que estos dispositivos están lejos de ser técnicas modernas.
Lo mismo ocurre con los famosos dispositivos intrauterinos (DIU), de los cuales el primero fue un anillo de fibra de gusano de seda fabricado por allá en 1909 por el médico alemán Richard Richter, y un poco más adelante, en 1931, Ernest Greenberg –un médico judío alemán– creó el anillo que lleva su nombre con filamentos de plata. Si bien este fue usado durante un tiempo, fue suprimido durante el régimen nazi, cuando la anticoncepción era considerada una amenaza para las mujeres arias.
Aquí hay que ser justos con la historia y concederle a Hipócrates (siglo IV a. de C.) el papel de precursor del DIU, dado que descubrió el efecto anticonceptivo, derivado de la implantación de cuerpos extraños en el útero de algunos animales, pero también hay que decir que antes de que estos aparatos llegaran a su condición moderna, en algunos casos atravesaban la vagina y el útero con una alta incidencia de enfermedades inflamatorias pélvicas y una alta tasa de infecciones en un periodo donde las enfermedades venéreas no tenían control.
Ya por los lados de América –donde Greenberg tuvo que migrar, por obvias razones– promovió sus investigaciones que fueron seguidas por H. Hall y M. Stone, que terminaron creando un anillo de acero inoxidable que dentro de la lógica del momento lo llamaron Hall-Stone.
Los relatos también cuentan que un médico japonés, Tenerey Ota, también desarrolló un dispositivo de este tipo conocido como Presea o Anillo de presión.
En la década de los cincuenta, Estados Unidos fomentó el uso del DIU, que fue adquiriendo mayor confianza con base en sus modificaciones y buenos resultados. Con la llegada de los termoplásticos y su capacidad para adaptarse durante la impostura y después volver a su forma original, se consolidaron los llamados DIU de primera generación, al cual se les adicionó la socorrida cuerda de nailon que facilita su extracción.
Por supuesto que después se comercializaron elementos de diferentes formas, entre los cuales se destaca uno con una historia infame: el Dalkon Shield, que promediando la década de los 60’ ocasionó, por su mal diseño, un buen número de infecciones que dieron paso a cientos de demandas, lo que también arrastró hacia abajo la reputación de estos elementos. Hasta aquí una parte de la historia. Continuamos en la próxima entrega. Hasta luego.
ESTHER BALAC
Para EL TIEMPO
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