Un estudio de la firma encuestadora Kantar World asegura que en los hogares colombianos hay un aproximado de 3,5 millones de mascotas. Del total, un 70 por ciento son perros, mientras que otro 15 por ciento corresponde a gatos y el restante a otros animales como peces, pájaros, entre otros.
Una de las principales preocupaciones de los dueños cuando llega un animal de compañía a sus hogares es entender cuáles son las estrategias que deben adoptar para que el animal se adapte a este lugar y, en caso de que tengan otra mascota, para evitar problemas de convivencia.
En biología hay una rama que se denomina etología que, de acuerdo con la Universidad de Granada, estudia el comportamiento de las especies animales, incluido el hombre, en su ambiente natural.
Por otro lado, la etología clínica es una rama de la medicina veterinaria, de acuerdo con Andrea Mejía Mejía, médica veterinaria y etóloga clínica de ‘Ohana con sentido animal’, localizado en Sabaneta, Antioquia, pero con servicio a domicilio en Medellín, el área metropolitana y municipios aledaños.
“Esta disciplina se enfoca en prevenir, diagnosticar y tratar problemas de comportamiento, así como conductas que ponen en riesgo la vida de los animales, como fobias, ansiedad y agresividad”, indica Mejía.
Por su parte, Fernando Charry, médico veterinario de Etcovet (ubicado en el norte de Bogotá) con ocho años de experiencia en etología clínica, habló con EL TIEMPO sobre este tema. Charry explicó que la etología se basa en el principio de que los animales son seres vivientes y sintientes, por lo que en ellos convergen diversas emociones. “Esto es fundamental porque así podemos comprender ciertas conductas y comportamientos de los animales, ya sean salvajes o domésticos”, agrega.
Tanto en Etcovet como en Ohana con sentido animal se parte de la teoría del aprendizaje desde una perspectiva no punitiva, que no genere dolor, miedo ni malestar en los pacientes.
Para Charry, la decisión de acudir a una consulta con el etólogo se debe basar principalmente en el deseo de ayudar al animal de compañía a evitar y no seguir generando problemas de convivencia, sin esperar a que este tipo de situaciones se agraven.
“Es importante entender que el animal puede estar padeciendo alguna enfermedad, por lo que se podría tratar de un problema de origen orgánico que está afectando la conducta del animal”, agrega Charry. Asimismo, el experto señala que hay situaciones que pueden ser exclusivamente comportamentales, como la vocalización excesiva o la destrucción de objetos.
Según Charry, en etología felina los motivos de consulta más comunes son eliminación inadecuada, es decir cuando el gato presenta problemas de orina o de defecación fuera de su arenero. El segundo está relacionado con problemas de agresividad, seguido de inconvenientes dermatológicos, que hacen que, por el dolor, el animal entre en un “bucle conductual en el que se hace daño a sí mismo”.
Las familias también buscan ayuda porque introducen nuevos integrantes al hogar y no saben cómo hacerlo adecuadamente. Por su parte, a Mejía la an principalmente por casos relacionados con miedos, fobias y ansiedad por separación.
“Cada gato es un universo completamente diferente. La idea es crear un plan para cada gato, por lo que el tratamiento no se puede protocolizar”, enfatiza Charry. Y esto no solo sucede con los felinos, sino también con los perros.
¿Cómo es una consulta?
Aunque el tratamiento es personalizado, y varía dependiendo de cada animal, el proceso se divide en varias partes. Charry y Mejía concuerdan en que el primer paso consiste en realizar una entrevista presencial con los dueños del animal para indagar sobre la situación y los comportamientos que está teniendo.
Esto permitirá identificar la causa del problema, ya sea de origen comportamental u orgánico. En esta etapa se completa la historia clínica del paciente. A partir de un análisis de lo sucedido, se hace una propuesta médica, se dan recomendaciones básicas y ejercicios prácticos para abordar la situación.
Mejía añade que el tratamiento relacionado con el comportamiento debe implicar cambios en las rutinas, un manejo adecuado por parte de los tutores, ya que a veces este no es el apropiado para el tipo de especie, y ajustes en las técnicas de modificación de conducta.
La experta enfatiza que es fundamental eliminar durante el tratamiento el uso de castigos y herramientas que causen dolor, sufrimiento, malestar emocional y físico. Mejía también recomienda que, solo si es estrictamente necesario, se recurra a la medicación para mejorar el bienestar de los animales, evitando el uso de técnicas de modificación de conducta que puedan empeorar la situación. Esto, por ejemplo, sucede con fobias, ansiedad por separación, agresividad, o con conductas que persisten a lo largo del tiempo.
Mejía sugiere a los dueños contar con material audiovisual y llevar un diario en el que registren el contexto en el que ocurre la conducta: quiénes están asociados, y los objetos o animales involucrados. También señala que no se debe esperar a que la conducta se intensifique, sino actuar de manera temprana para prevenir complicaciones.
“Es importante no llevar las situaciones al límite ni esperar a que haya denuncias de por medio. Se debe consultar al primer signo de cambio de comportamiento. Un cambio repentino, por ejemplo, podría estar relacionado con dolor o alguna enfermedad. Lo primero que se debe hacer es acudir a un médico veterinario para realizar un examen físico adecuado, y si no hay mejoras, consultar con un médico veterinario etólogo clínico para que el animal reciba el tratamiento correspondiente. Además, es fundamental enseñar a los niños cómo tratar a los animales y recordarles que cualquier perro o gato puede experimentar episodios de agresividad en algún momento de su vida debido a dolor, incomodidad, frustración, entre otros factores”, concluye Mejía.
ANGIE RODRÍGUEZ - REDACCIÓN VIDA - @ANGS0614