Un estudio sobre salud mental en Latinoamérica desarrollado por Sapien Lab indicó que más de un tercio de los adultos jóvenes (18-34 años) presentan síntomas que incluyen pensamientos de angustia y tristeza, los cuales generan un distanciamiento de la realidad o trastornos psicológicos. Lo más curioso del informe es que menciona que esto ocurre independiente del gasto en investigación en salud mental y a cuidados de cada país. Lo anterior es un deber del Estado, pero no es su única herramienta para combatir el monstruo que amenaza con minorizar la potencia de los jóvenes.
Según el estudio, mi generación vive en contextos familiares más débiles y tienen un menor número de amistades cercanas, lo cual se asocia al uso de la tecnología que nos invita a tener relaciones más rápidas y prácticas, pero menos profundas y significativas. Como diría el poeta Pedro Carlos Lemus, los jóvenes “corren insaciables porque han oído que hay que comerse el mundo por no quebrarse, que es devorar o ser devorado” y en ese afán descuidamos nuestras relaciones.
El informe asegura que “el ser dueño de un ‘smartphone’ durante la adolescencia aumenta la exposición a contenidos nocivos como el ciberacoso y material explícito, lo que distorsiona el desarrollo de la cognición social”. Así, pues, los problemas de salud mental no solo están en el uso de la tecnología como escape, sino que incluyen también un tema que ha estado rondando últimamente como respuesta al desgobierno: la manipulación de las narrativas.
Al Gobierno, junto con sus bodegas, no le interesa ser portador de la verdad, sino vender su narrativa. La semana pasada muchos vimos la entrevista de Juanpis González en la que el mandatario no respondía ninguna de las preguntas que hemos tenido atoradas en la garganta, sino que enredaba con datos históricos y reafirmaba la necesidad de las reformas sociales. Opinar en redes de forma contraria a esa narrativa es arriesgarse a recibir miles de insultos. El objetivo es claro, eliminar la oposición de pensamiento y amedrentar a quien no se deje, profundizando en el ciberacoso y aumentando los daños en salud mental de quienes pensamos distinto.
Al Gobierno, junto con sus bodegas, no le interesa ser portador de la verdad, sino vender su narrativa
Por ejemplo, Gabriela Alonso, una joven creadora de ‘Política para apolíticos’, en TikTok, fue víctima de acoso de las bodegas petristas porque, aunque su contenido busca explicar siempre desde la imparcialidad, muchas veces la racionalidad del ejercicio termina por reconocer que las reformas sociales son innecesarias o el direccionamiento del Gobierno se puede pensar distinto. Las bodegas defienden la narrativa, pero no piensan en lo que esto implica y se han olvidado por completo que su bandera era construir con la diferencia.
Cada vez el escenario en Colombia se vuelve más desesperanzador para los jóvenes, pues el petrismo, que nos ha dado la espalda, puede permanecer en el poder y socavar nuestro futuro como lo ha hecho con los sistemas de salud, pensión y la seguridad del país. Como lo mencionó Sebastián Sanint en su ‘post’ de Facebook: “El país contra un solo hombre”, la esperanza tampoco está en el giro a la derecha de mi generación, pues “lo que hay en la oposición no es una crisis de poder. Es una crisis de imaginación”.
Cada vez se silencian las voces disidentes de los jóvenes, sus apuestas por un país distinto y es evidente que nos cuesta como nación encontrar nuestros puntos en común y el patriotismo más allá de la oposición y la opresión, pues Petro está en cada discusión. Si queremos imaginar un país mejor y distinto, debemos apostarle a soñar y enaltecer las voces disidentes; de lo contrario, estaremos condenados a la violencia y al ocaso de la salud mental los jóvenes.
ALEJANDRO HIGUERA SOTOMAYOR