Los amantes de la lírica tenemos que agradecer a Cine Colombia Alternativo por su iniciativa de transmitir, en las mejores condiciones que ofrece la tecnología, la temporada de ópera del Metropolitan Opera House de Nueva York. En vivo y en directo, desde ese magnífico escenario, se nos da la posibilidad de disfrutar la aventura maravillosa de estar en o con el arte de todas las artes que es la ópera.
Se acaba de presentar el estreno de una impactante obra de importancia bíblica y literaria: Salomé, del alemán Richard Strauss (1864-1949). Un drama musical basado en la obra de teatro homónima de Oscar Wilde, que sucede en Galilea. Es una propuesta escénica surrealista, atemporal, plasmada en una especie de fantasía onírica y perturbadora del personaje desde su niñez, pasando por su adolescencia y juventud.
Hay dos Salomés en la Biblia, pero la más conocida, que inspiró tanto el escabroso drama escrito por Oscar Wilde como la ópera que se menciona, es la que, con su prometedor baile erótico de los siete velos, logró que su padrastro, Herodes, le concediera la cabeza del santo varón en una bandeja de plata, en venganza por el rechazo a la oferta seductora de sus encantos. La otra, conocida como santa Salomé, fue una de las que visitaron la tumba de Jesús y la encontraron vacía.
Una aficionada del público, al salir, le decía a su acompañante que ella no lograba adaptarse a las interpretaciones de tiempos oscuros carentes de la época en la que trascurrían. En efecto, como la historia es bíblica, ni la escenografía ni el vestuario tenían que ver con el posible imaginario cristiano en esos tiempos, aunque evocaban algo de lo judío. Salvo el san Juan Bautista (Jokanaan) del barítono Peter Mattei, que, desde su mazmorra, anuncia la llegada del Mesías, ataviado de un “chingue” de crucifixión, que permite ver la portentosa figura del artista, de excelente voz.
Desde su primera representación en un ensayo en la Scala de Milán, abierto al público, dirigido por Arturo Toscanini, esta ópera fue un triunfo internacional.
El rol de la sensual y bella Salomé es de una extrema exigencia vocal y actoral. Debe proyectar las maldades humanas del poder, la traición, un ego irrefrenable con ánimo de venganza y una perversión sadomasoquista sin límites. La lujuria y el éxtasis que expresa en el beso pasional y ensangrentado que da a la cabeza decapitada del santo varón, unidos a los colores encendidos y agresivos de la orquesta, describen lo que está ocurriendo en el ánimo de Salomé: “La revelación de un amor cuyo misterio es más grande que el misterio de la muerte”.
Los demás intérpretes de esta rara producción escénica de Claus Guth son estrellas rutilantes del momento. Están entregados al poder absoluto del gobernante, pero sostienen una disputa teológica.
Fueron acompañados por la tradicional orquesta de la Ópera Metropolitana, dirigida con intensidad emocional y precisión por el francocanadiense Yannick Nézet Séguin. La soprano Elza van der Heever convenció, a pesar de que su danza de los siete velos fue apenas una metáfora de su seducción. El tenor Gerhard Siegel, Herodes, babeante de lascivia, dispuesto a entregar su poder, mientras suplica: “Baila para mí, Salomé”, y la maligna cortesana madre, la mezzosoprano Michelle de Young como Herodías.
Desde su primera representación en un ensayo en la Scala de Milán, abierto al público, dirigido por Arturo Toscanini, esta ópera fue un triunfo internacional, a pesar de las dudas de Strauss ante la atrocidad de la situación final. Su mayor dificultad ha sido siempre la de hacer coincidir a la virginal princesa narrada por Oscar Wilde con la exigente potencia dramática vocal y escénica de la protagonista trazada por el genial compositor en su partitura.
Más aplausos para Cine/co alternativo por su iniciativa cultural.