Sí. El Senado paró la reforma de la salud. Sí, son senadores los que han emprendido debates de control político serios en estos dos años a instancias de esa corporación. Sí, fueron senadores y no representantes a la Cámara los que lideraron objeciones importantes frente a la reforma pensional, así al final unos y otros terminaran votándola. Los de la llamada Cámara Alta habían logrado ejercer una función de contrapeso necesaria en un régimen excesivamente presidencialista.
Sin embargo, alguien me decía en estos días: no se le olvide que este Senado también fue el que aprobó la reforma tributaria que la Corte Constitucional ajustó; el mismo que ha tenido en todos los partidos “enmermelados camuflados” que de dientes para afuera se muestran duros con el Gobierno y por detrás están en lo de siempre: recibiendo plata y puestos, negociando prebendas y vendiéndose, en fin, al mejor postor. ¿No es, precisamente, de eso de lo que se le acusa al señor Iván Name, tan involucrado en el escándalo de la Unidad para la Gestión del Riesgo?
Pues, con la llegada de operadores políticos como Juan Fernando Cristo, la denominada democracia transaccional se sofisticó y el Senado, que había servido de muro de contención, comenzó a mostrar fugas cada vez más grandes que amenazan con dejar pasar apuestas peligrosas para el país pero indispensables para el Gobierno. Ni hablar de lo que va a suceder cuando Armando Benedetti comience a actuar como “asesor político”. Hasta el presidente del Congreso, Efraín Cepeda, me dijo que ese nombramiento, con todo y ruido, le iba a servir mucho al Gobierno, por las “cualidades” que le reconocen a Benedetti en el tejemaneje político.
Así que si para la democracia era absolutamente deseable que hubiera, por lo menos, unas mayorías de oposición y balance en el Senado, ese propósito comienza a esfumarse y el Gobierno se frota las manos al pensar en la posibilidad de revivir su reforma de la salud, aprobar la reforma laboral –que va en tercer debate, precisamente en la Comisión Séptima del Senado–, nombrar otro magistrado de la Corte Constitucional y quién sabe qué cosas más que pueden tramitarse durante el próximo año.
Precisamente, hace un par de semanas, los partidos independientes y de oposición perdieron la elección de un nuevo magistrado para el alto tribunal constitucional y el candidato del Gobierno resultó favorecido, con cambios de voto a última hora y otras extrañas volteretas que deberían ser investigadas.
Falta ver si voces serias y maduras como las de Humberto de la Calle, David Luna, Mauricio Gómez, Angélica Lozano o Paloma Valencia terminan quedándose solas mientras sus colegas, calladitos, van y votan por los proyectos del Gobierno, como lo hicieron por el magistrado que les dieron la orden de acompañar.
Sí, señores de Cambio Radical, partido de ‘la U’, liberales y conservadores: esto, sobre todo, se trata de ustedes. Muchos no han cambiado la vieja maña de inclinar la balanza a favor del Gobierno a cambio del manejo de entidades y recursos para contratistas amigos.
Y no es que bloqueen al Gobierno por fregarlo nada más, sino que no lo acompañen a cambio de las mismas prebendas y con las mismas costumbres de siempre que, sin embargo, “los del cambio” prometieron erradicar.
Ojo, pues, porque el Senado, que la gente daba por sentado que seguiría más independiente y ponderado, puede ya haberse vuelto petrista o está a punto de serlo, si no se lanzan las advertencias en voz alta.
Que acompañen al Gobierno en lo bueno, pero que tengan el mismo valor para abrírsele, con argumentos y moralidad pública, cuando deban hacerlo. Lo de la reforma laboral en los próximos días, será un medidor trascendental.
JOSÉ MANUEL ACEVEDO