En este portal utilizamos datos de navegación / cookies propias y de terceros para gestionar el portal, elaborar información estadística, optimizar la funcionalidad del sitio y mostrar publicidad relacionada con sus preferencias a través del análisis de la navegación. Si continúa navegando, usted estará aceptando esta utilización. Puede conocer cómo deshabilitarlas u obtener más información
aquí
Ya tienes una cuenta vinculada a EL TIEMPO, por favor inicia sesión con ella y no te pierdas de todos los beneficios que tenemos para tí. Iniciar sesión
¡Hola! Parece que has alcanzado tu límite diario de 3 búsquedas en nuestro chat bot como registrado.
¿Quieres seguir disfrutando de este y otros beneficios exclusivos?
Adquiere el plan de suscripción que se adapte a tus preferencias y accede a ¡contenido ilimitado! No te
pierdas la oportunidad de disfrutar todas las funcionalidades que ofrecemos. 🌟
¡Hola! Haz excedido el máximo de peticiones mensuales.
Para más información continua navegando en eltiempo.com
Error 505
Estamos resolviendo el problema, inténtalo nuevamente más tarde.
Procesando tu pregunta... ¡Un momento, por favor!
¿Sabías que registrándote en nuestro portal podrás acceder al chatbot de El Tiempo y obtener información
precisa en tus búsquedas?
Con el envío de tus consultas, aceptas los Términos y Condiciones del Chat disponibles en la parte superior. Recuerda que las respuestas generadas pueden presentar inexactitudes o bloqueos, de acuerdo con las políticas de filtros de contenido o el estado del modelo. Este Chat tiene finalidades únicamente informativas.
De acuerdo con las políticas de la IA que usa EL TIEMPO, no es posible responder a las preguntas relacionadas con los siguientes temas: odio, sexual, violencia y autolesiones
Noticia
Historias del cosmos: Domingo Badía, el espía que amó el cielo
Bajo la identidad ficticia de un príncipe musulmán, elaboró mapas de rutas comerciales, ciudades y desiertos.
Grabado de Domingo Badía vestido como Alí Bey. Foto: Dominio público
Cuando pensamos en espionaje, tal vez imaginamos agentes encubiertos, mensajes secretos o intrigas de película, pero muy pocas veces pensamos en un espía que viajaba con telescopios, instrumentos y libros de astronomía.
A comienzos del siglo XIX, en pleno auge de las expediciones científicas europeas, un personaje singular emprendió una misión secreta a través del norte de África y Oriente Medio. Se llamaba Domingo Badía y Leblich, pero el mundo lo conoció con el nombre de Alí Bey el-Abbassi.
Este español nacido el 1 de abril de 1767 no fue un espía cualquiera. Fue científico autodidacta, políglota, apasionado por la astronomía y la cartografía, y un lector voraz de relatos de viajeros musulmanes. En una época en la que el conocimiento geográfico de África y Asia era limitado en Europa, Badía soñaba con explorar esos territorios y medirlos con la precisión que le daría el firmamento.
En 1803, bajo el amparo del primer ministro de Carlos IV de España, Badía partió hacia Marruecos. Para ello adoptó la identidad ficticia de un príncipe musulmán descendiente de los abasíes, la dinastía musulmana que había gobernado desde el año 750 hasta 1258. Con esa fachada, logró abrirse paso por ciudades donde los occidentales tenían prohibido el . Pero más allá del espionaje político, su verdadero propósito era científico.
En su equipaje llevaba algo más que mapas o cartas selladas. Su maletín contenía instrumentos astronómicos como catalejos, lentes y sextantes, herramientas con las que medía las posiciones de las estrellas para calcular con precisión la latitud y longitud de los lugares que visitaba. En tiempos donde no existía GPS, la astronomía era clave para la cartografía.
Gracias a sus observaciones del cielo, Badía elaboró mapas detallados de rutas comerciales, ciudades y desiertos. Cada noche, en medio del silencio del Sahara o en los jardines de palacios marroquíes, levantaba su catalejo hacia las estrellas y registraba datos que luego transformaba en información geográfica valiosa.
Su viaje lo llevó más allá de Marruecos, para recorrer Libia, Siria, Turquía, Egipto, Palestina y, de forma casi legendaria, logró entrar a La Meca, ciudad prohibida para los no musulmanes. Allí, disfrazado de fiel musulmán, fue el primer europeo en observar de cerca la Kaaba, el santuario más sagrado del islam, y la venerada Piedra Negra, dejando una detallada descripción astronómica y cultural del lugar.
Musulmanes en la Gran Mezquita de La Meca. Foto:AFP
Cuando la religión y la ciencia a menudo entraban en conflicto, Badía combinó la sensibilidad cultural con el rigor científico. Sus observaciones no eran superficiales, e incluían estudios sobre los ciclos lunares islámicos, la orientación de las ciudades sagradas, las prácticas del tiempo y los calendarios religiosos.
A su regreso a Europa, publicó en Francia su obra Viajes de Alí Bey por África y Asia (1814), un compendio de ciencia, geografía y observación directa, que cuenta con más de cien mapas y láminas elaboradas con precisión milimétrica. Esta obra fue leída con gran entusiasmo en París y Londres, y irada incluso por Napoleón Bonaparte, quien consideró al osado explorador como uno de los mejores de su tiempo.
Tristemente, no fue profeta en su tierra, y España no le prestó mayor atención. La política lo arrastró y la historia lo olvidó. Domingo Badía murió en Damasco en 1818, en circunstancias misteriosas, justo cuando planeaba una nueva expedición científica por África oriental, siendo su muerte tan enigmática como su vida.
SANTIAGO VARGAS
Ph. D. en Astrofísica
Observatorio Astronómico de la Universidad Nacional