Las imágenes de la capital del Valle atiborrada de visitantes de todo el mundo son un ejemplo para los opositores del Gobierno y una sorpresa para todos los colombianos. "Expertos de 196 países deben verificar la implementación de un acuerdo comprometido a detener la destrucción de la naturaleza". Pero el camino es cuesta arriba: según los resultados, "más del 80 % de los países aún no han presentado estrategias nacionales" –los llamados Planes Nacionales de Biodiversidad– sobre cómo pretenden alcanzar estos objetivos. Sobre la mesa están los 30.000 millones de dólares prometidos y la batalla de los países pobres contra la biopiratería genética.
La cuestión más urgente por resolver es la financiación de la conservación. Los países en desarrollo exigen más recursos para proteger la naturaleza en sus territorios. A Montreal se le prometió movilizar 30.000 millones de dólares al año hasta 2030, con una primera etapa de 20.000 millones hasta 2025. Los próximos días serán decisivos para entender si países ricos, como el Reino Unido, y la Unión Europea realmente cumplirán sus promesas.
Se trata de un llamado a la reflexión para mejorar la relación que tenemos con el medioambiente.
La cumbre abordará otros desafíos cruciales para el futuro de la biodiversidad global. Uno de ellos es la 'biopiratería', o la explotación de recursos genéticos de los países en desarrollo por parte de empresas farmacéuticas y biotecnológicas de países ricos. Los recursos genéticos son la riqueza de información contenida en el ADN de plantas, animales y microorganismos, que puede utilizarse para desarrollar nuevos fármacos, terapias médicas y productos agrícolas e industriales. La biopiratería nos golpea a los colombianos sin piedad. Exploradores de las grandes farmacéuticas se desplazan en nuestras selvas y montañas para apropiarse de nuestras hierbas y plantas medicinales patentándolas: por ejemplo, un norteamericano es el dueño de una medicina ancestral indígena; un japonés posee la exclusiva del nombre de un fruto usado en Brasil durante milenios; un italiano patenta una vacuna que le aplicaron de una tribu amazónica; unos canadienses han patentado la denominación "parmigiano reggiano", que ya los italianos no pueden usar.
El número de planes disponibles al final de la cumbre dará una idea de la seriedad con la que los países se están tomando el acuerdo. Se trata de un llamado a la reflexión para mejorar la relación que tenemos con el medioambiente y para que repensemos un modelo económico que no priorice la extracción, sobreexplotación y contaminación de la naturaleza.