Ya entré en los 85, aunque ni mi señora ni los hijos parecen darse cuenta de que estoy en la tercera edad avanzada. Ellos me siguen diciendo que estoy bien, que mire a mi tía Carmencita Lemaitre de Cesareo, que con sus 105 años fabrica con sus manos unas muñecas espléndidas, maneja tres controles, es activa en WhatsApp.
La tía Carmen, hermana menor de mi suegro Roberto, ha hecho de su larga vida un método. Y ha logrado llegar a esa venerada edad con poco dolor y con una cabeza despierta y un irable espíritu juvenil.
Ella me sirve de consuelo cuando me hacen sentir víctima mis varios dolores y me quejo como un bebé. Y aprecio más cuando mi amiga María Teresa Rubino (q. e. p. d.) me regaló el libro de Cicerón De senectute. Marco Tulio Cicerón, filosofo, orador y político romano, en su exploración de los temas relacionados con la vida humana, incluye la vejez en su obra Cato maior de senectute.
Este texto, escrito en el año 44 a. C., es un diálogo en el cual Cicerón defiende la vejez y aborda varios aspectos de cómo se vive y se percibe la vida en la tercera edad. Él sostiene que la vejez no debe ser temida, pues aunque el cuerpo decline la sabiduría es valiosa.
Ojalá el Estado pueda proporcionar a la tercera edad esa condición de vida con humanidad, con distracciones, y con asistencia en salud.
Entre otros aspectos, la vejez ofrece libertad, tiempo y reposo. Cicerón promueve el conocimiento para reflexionar y una paz, fruto de una vida con propósito. Destaca que la salud mental y la actividad intelectual son esenciales en esta etapa.
Este filósofo invita a reconsiderar la vejez, mostrando que se puede encontrar sabiduría y propósito para seguir el camino. El envejecimiento es un proceso biológico físico y psicológico natural, que afecta a todos los seres vivos. Adoptar hábitos de vida saludables, una dieta equilibrada, ejercicio regular y cuidado mental puede influir en la calidad del envejecimiento.
Elementos claves para el método, nutrición, actividad física, socialización, cuidado mental y emocional, educación continua.
Pero se necesitan un entorno, una familia y un Estado que acompañe. Ojalá el Estado pueda proporcionar a la tercera edad esa condición de vida con humanidad, con distracciones, y con asistencia en salud.
La edad dorada no es fácil, ni aquí ni en los países más avanzados. Pero hay que echar mano de la imaginación. Al viejo se lo puede aprovechar en su sabiduría. Y a su vez distraerlo a través de recreación, de ofertas culturales, de buenas películas, de libros. Lo ideal es no olvidarlos.