La semana pasada un completo y esclarecedor artículo de EL TIEMPO, firmado por Paula Andrea Gaviria, advertía que nuestras 65 lenguas indígenas –“un tesoro nacional”, aclaraba el texto desde su titular– se encuentran en peligro. La transmisión generacional se ha ido desvaneciendo con el paso del tiempo. Y, de acuerdo con los investigadores que lideran iniciativas para la revitalización de las lenguas, este es el momento de hacer algo. Colombia tiene hoy 52 millones de habitantes. El 4 por ciento de esa población, 115 pueblos indígenas que reúnen a 1’905.617 colombianos, tiene en sus manos el destino de familias lingüísticas como la chibcha, arawak, caribe, quechua, barbacoa, chocó, guahibo, sáliba-piaroa, tucano, witoto y bora.
La transmisión generacional se ha ido desvaneciendo con el paso del tiempo. Y, de acuerdo con los investigadores que lideran iniciativas para la revitalización de las lenguas, este es el momento de hacer algo
Colombia es, después de Brasil y México, el país latinoamericano con más idiomas. Sus pueblos indígenas, que viven en centros poblados, cabeceras municipales y en áreas rurales dispersas, hacen lo mejor que pueden para que sus hijos redescubran la belleza de sus lenguas. Es en la Amazonia en donde los idiomas se encuentran más amenazados: el carijona, el cocama, el miraña, el nonuya y el ocaina han sufrido, según señala la antropóloga Camila Rocha en el artículo citado, por culpa de los desplazamientos de las comunidades a las ciudades colombianas tomadas por el español.
La buena noticia es que no solo los antropólogos, sino los funcionarios del Ministerio de las Culturas se encuentran al tanto de la grave situación, y tienen claro que la tarea de preservar el patrimonio lingüístico no puede estar solo en manos de la comunidad. Para fortalecerlo, protegerlo y difundirlo, el gobierno del presidente Petro destinó 6.411 millones en 2024 y 2.800 millones en el 2025. Se trata de cuidar todas las formas de ver el mundo que enriquecen la experiencia colombiana. Tiene que ver con mantener con vida una educación que sigue siendo relevante.
EDITORIAL