En Colombia estamos en lo que históricamente hemos llamado “el crudo invierno”, que, a pesar de ser esperado, nunca nos encuentra suficientemente preparados. La imagen de primera página en este diario ayer, de de la Defensa civil, de organismos de socorro y del Ejército Nacional bregando a despejar de lodo, piedras y escombros una vía de Itagüí (Antoquia), es un retrato hablado de lo que pasa no solo allí, sino en muchos otros lugares de varios departamentos. Y es también una preocupante advertencia.
Itagüí, donde el lunes pasado súbitamente se desbordó la quebrada Los Olivares, ha vivido momentos de angustia y duelo. Allí hubo grandes daños materiales y al menos 35 viviendas de 9 barrios resultaron afectadas, un hombre de 30 años fue arrastrado por la corriente y falleció, mientras otro resultó herido. Ante la grave situación, la alcaldía tuvo que declarar calamidad pública. Lo primero que debe haber en estas duras horas es plena solidaridad con los itagüiseños.
Pero, además, no debemos olvidar ni por un instante que en gran parte de nuestro país las lluvias causan daños considerables todos los días. Hay 830 municipios que afrontan serias alertas en esta ola invernal, en la que ya se han presentado 1.641 situaciones de emergencia y el 75 % de los municipios están en riesgo.
Este es un panorama muy preocupante, más cuando el Ideam anuncia que el invierno irá hasta junio. Esto significa ríos y afluentes llenos, tierras blandas, riesgos de derrumbes, caída de árboles, pérdidas de cosechas, etc., todo lo cual exige prevención, prudencia y conciencia de los peligros al acecho. Se necesita que alcaldías, gobernaciones y organismos de socorro desplieguen todos los esfuerzos y creen las alertas y que la gente sepa atenderlas y aprenda a cuidarse como comunidad.
Y, hay que decirlo, nunca es tarde, es fundamental atender los llamados a construir según los planes de ordenamiento territorial. Porque en cada vivienda duermen familias.
EDITORIAL