La sexta extinción masiva a la que se enfrenta el planeta Tierra —esta vez provocada por el ser humano— es más grave de lo que se pensaba y se está acelerando mucho. Así lo asegura un artículo publicado hace unas semanas en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (Pnas).
El análisis, adelantado por investigadores de la Universidad de Stanford, en Estados Unidos, y la Universidad Nacional Autónoma de México (Unam), muestra que más allá de la conocida extinción de especies, algunas de las más recientes desapariciones corresponden al último miembro de su género, algo así como borrar la última rama que de ese grupo aparece en el árbol de la vida.
El estudio, que analizó el estado de conservación de 5.400 géneros de vertebrados terrestres —que abarcan 34.600 especies, entre los años 1500 y 2022—, muestra que se han extinguido 73 de ellos desde el año 1500. Las mayores perdidas se produjeron entre las aves, con 44 géneros extintos, seguidas por los mamíferos, anfibios y reptiles. Los resultados revelan que la tasa de extinción fue 35 veces mayor durante este período que la tasa de extinción promedio en el millón de años anterior. Según los investigadores, los géneros perdidos en los últimos cinco siglos habrían tardado 18.000 años en desaparecer en ausencia del ser humano.
En medio de ese escenario catastrófico hay quienes proponen una controversial alternativa: la ‘desextinción’. En EE. UU., Colossal Biosciences, una empresa de ingeniería genética, ha hecho de este objetivo su negocio. “Corregiremos los errores de la pérdida de hábitats, la caza excesiva, la caza furtiva y los errores antinaturales de la humanidad. Desde el mamut lanudo hasta el tigre de Tasmania, el pájaro dodo y otros proyectos ya en marcha, esta es nuestra promesa. Juntos, pronto despertaremos a un mañana mejor. Al igual que estas especies no olvidadas. Todas ellas merecen otro día al sol”, asegura la compañía en su página web.
Su fundador es Ben Lamm, un emprendedor de empresas tecnológicas nacido en Austin (Texas). Tras ar en 2019 al biólogo de la Facultad de Medicina de Harvard George Church, quien en la última década ha dirigido un pequeño equipo de investigadores que desarrollan las herramientas para revivir mamuts, decidió subirse también al proyecto. “No pude dejar de pensar en ello. Yo dirigía otra empresa y tuve que traer a un nuevo director para poder dedicarme a esto”, le dijo a El País de España en una entrevista.
Tras su creación en 2021, Colossal Biosciences recibió 15 millones de dólares de financiación inicial para apoyar la investigación en el laboratorio del doctor Church y llevar a cabo experimentos en laboratorios propios en Boston y Dallas. Además de la atención de la prensa, el proyecto ha obtenido el respaldo de inversores como Paris Hilton, el empresario y productor de cine Thomas Tull y los gemelos Winklevoss –conocidos por la batalla legal con Mark Zuckerberg sobre la idea original de Facebook–. Gracias a ello, ya ha recaudado 75 millones de dólares.
¿Cómo planean hacerlo?
“Para que quede claro, no se puede ‘desextinguir’ a un dinosaurio como en Parque jurásico. No es posible. No hay ADN. Hay aminoácidos, pero no ADN. Resucitar mamuts es posible, pero no dinosaurios”, le dijo Lamm a El País en mayo de este año. Y es que, como lo han planteado desde la compañía, lo que pretenden hacer es editar la información genética de los elefantes asiáticos modernos añadiendo genes de rasgos de los mamuts lanudos, como su denso pelo, la grasa corporal para resistir el frío o su distintivo cráneo de cúpula, para producir embriones con estas características.
El proceso que plantean para conseguirlo es, primero, encontrar muestras bien conservadas de mamuts lanudos en Alaska y Siberia, algo bastante posible. El año pasado, por ejemplo, fueron hallados en unas minas auríferas en el norte de Canadá los restos momificados de un bebé mamut prácticamente completo, con la piel y el pelo intactos.
El siguiente paso, de acuerdo con Colossal, es secuenciar muchos mamuts lanudos para estar seguros de que la información de ADN que obtienen es correcta y coherente, y utilizar esas secuencias para tener un genoma completo con algunas lagunas, tal y como permiten la secuenciación del ADN antiguo y los ensamblajes. Se trata de crear un mapa en el cual puedan escudriñar para encontrar genes importantes que hacen que el mamut lanudo esté perfectamente adaptado a las bajas temperaturas.
A la par, los investigadores esperan secuenciar numerosas muestras de elefante asiático para obtener información de una población del pariente vivo más cercano al mamut lanudo. Además, aseguran que esperan trabajar con conservacionistas para tomar muestras de tejidos de elefante y obtener células sanas y en crecimiento en las que utilizar herramientas de edición genética que funcionen como tijeras para cortar ADN y crear una línea celular de elefante adaptada al frío.
Se trata de un proceso de ensayo y error en el que esperan a la par generar otros descubrimientos y desarrollos tecnológicos con aplicaciones masivas en campos como la salud. “Cuando nos planteamos recuperar un animal extinguido, en realidad se trata de un problema de sistemas. Hay que construir todo un sistema que ayude a analizar los genomas. Hay que construir y mejorar la tecnología que permite editar genes y sintetizarlos. Y luego hay que construir tecnologías de reproducción asistida”, explicaba Lamm, quien compara su emprendimiento con la carrera espacial, una idea que en principio puede parecer alocada, pero que ha tenido también impactos directos en nuestra vida diaria, que van desde el velcro hasta la tecnología satelital de nuestros teléfonos celulares.
Entre las fases finales que plantean para conseguir ‘desextinguir’ a los mamuts lanudos estaría utilizar el núcleo editado de las células intervenidas y fusionarlo con un óvulo de elefante asiático cosechado de una hembra sana donante. Un embrión que se implantaría en una madre de alquiler que, de tener éxito, tendría un riguroso seguimiento a su gestación de 22 meses, tras los cuales nacerán las primeras crías.
El problema es que nadie ha extraído nunca óvulos de un elefante. Por eso, en caso de que no funcione, el equipo de Church también investiga la posibilidad de convertir tejido ordinario de elefante en células madre, que podrían ser inducidas a desarrollarse en embriones en el laboratorio.
Otro inconveniente importante en el plan de Colossal es el punto de conseguir inseminar artificialmente a un elefante, otro hecho sin precedentes. Sin embargo, el doctor Church ha manifestado a medios como The New York Times su decisión de desviarse del plan que la compañía plantea en su portal web y fabricar un útero artificial de mamut revestido de tejido uterino cultivado a partir de células madre.
Dudas éticas
Pero por más fascinante que suenen los planteamientos de Colossal, entre la comunidad científica ha despertado reparos a nivel técnico y ético. Por ejemplo, el Nobel de Medicina 2022, Svante Pääbo –reconocido por ser el primer científico en descubrir una especie humana desconocida, gracias al ADN extraído del hueso del dedo meñique de una niña que vivió en Siberia hace unos 50.000 años–, ha manifestado que, aunque es posible que en algún momento se consigan incluir variantes genéticas de especies ya extintas, como el mamut, en el genoma de animales que viven en la actualidad, como el elefante, reconstruir por completo a un animal ya extinto es imposible porque aunque se ha recuperado información genética antigua, no es suficiente para conocer en detalle cómo estaba organizada originalmente.
Eso plantea un interrogante frente al propósito de Colossal: ¿se trata realmente de revivir a un animal extinto? Para el científico Paul Chavarriaga, líder de la plataforma de edición de genes de la Alianza Bioversity International- Ciat, no es realmente una ‘desextinción’. “Estamos hablando de introducir variabilidad genética que existió en los antepasados de organismos que están hoy sobre la Tierra. Eso ya se hace, aunque no con animales extintos”, comenta el experto.
Por ejemplo, en ganado vacuno, ante la dificultad de adaptar razas con una alta productividad de carne como las norteamericanas a climas más tropicales, se ha conseguido desarrollar variedades con menos pelaje. “Este sería el mismo concepto, aplicado con animales extintos”, señala Chavarriaga, para quien, aunque no es una idea que resulte absurda, no es necesario revivir organismos que se extinguieron por una razón natural.
“Para mí, es primordial entender por qué se extinguió un animal y evaluar si vale la pena traerlo a este nuevo mundo, donde las condiciones climáticas son tan distintas. Son preguntas de ética científica para poder tomar la decisión”, explica. En su lugar propone enfocar este tipo de investigaciones hacia estrategias de conservación de especies amenazadas. “No necesariamente estaríamos hablando de edición de genes, hay otras tecnologías que nos ayudarían a conservar o reintroducir organismos que estén en vía de extinción, como, por ejemplo, tecnología de reproducción celular para aumentar el número de individuos de una especie disminuida, o de clonación, como se hizo hace un tiempo con la oveja Dolly”, señala.
Una opinión similar tiene Diego Villanueva, profesor de la Universidad Eafit y director del área de sistemas naturales y sostenibilidad, quien considera que aunque la biotecnología puede ayudar a la humanidad a superar muchos retos, como lo es la preservación de la biodiversidad, una cosa es usarla para ayudar a especies actuales que están adaptadas a las condiciones del mundo de hoy, y otra cosa muy distinta es intentar hacerlo con animales que vivieron en otros tiempos.
“Mi punto de vista va a que trabajemos en las especies que todavía viven con nosotros y están amenazadas, no que están extintas. Me preocuparía introducir especies que ya no están adaptadas a nuestra condiciones ambientales actuales, a las presiones de las fuerzas evolutivas. Ahí de pronto sí podemos generar un desorden mayor”, plantea el docente.
Finalmente, si surten resultado los avances de Colossal, no estaríamos hablando ni siquiera del mismo mamut lanudo que caminó sobre la tierra hace miles de años, por lo que a los expertos también les preocupa la gran incertidumbre que rodea la inclusión de lo desconocido entre los ecosistemas actuales.
ALEJANDRA LOPEZ PLAZAS
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