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Noticia
Uno de cada seis niños será obeso en 2050, advierte 'The Lancet': así debe cuidar la alimentación de sus hijos
Una alimentación saludable es la que incluye todos los grupos de alimentos en la cantidad y calidad adecuadas.
Un nuevo estudio señala que las tasas de obesidad se dispararán y se prevé que uno de cada seis niños y adolescentes del mundo sea obeso en 2050; por este motivo, ante los aumentos significativos en los próximos cinco años, los investigadores subrayan que una acción urgente ahora podría cambiar el rumbo de la crisis de salud pública.
Los niños también son propensos a sufrir las consecuencias de la obesidad. Foto:iStock
La investigación, dirigida por el Instituto de Investigación Infantil Murdoch (MCRI) (Australia) y publicada en 'The Lancet', concluye que un tercio de los niños y adolescentes tendrán sobrepeso (385 millones) u obesidad (360 millones) en los próximos 25 años. El pronóstico equivale a 356 millones de niños de entre 5 y 14 años y 390 millones de entre 15 y 24 años, y uno de cada seis se enfrentará a la obesidad.
La tasa mundial de obesidad en personas de entre 5 y 24 años se triplicó entre 1990 y 2021, aumentando un 244% hasta alcanzar los 174 millones, lo que indica que los enfoques actuales para frenar el aumento de la obesidad han fracasado ante una generación de jóvenes. En 2021, 493 millones de niños y adolescentes tenían sobrepeso u obesidad.
La doctora Jessica Kerr del MCRI destaca que, si no se desarrollan planes de acción quinquenales inmediatos, el futuro será sombrío para nuestra juventud. "Los niños y adolescentes siguen siendo una población vulnerable en el contexto de la epidemia de obesidad", insiste. La prevención es fundamental, ya que la obesidad rara vez desaparece después de la adolescencia.
"Esta carga gigante no solo le costará miles de millones al sistema de salud y a la economía, sino que las complicaciones asociadas con un índice de masa corporal (IMC) alto, que incluyen diabetes, cáncer, problemas cardíacos, problemas respiratorios, problemas de fertilidad y problemas de salud mental, afectarán negativamente a nuestros niños y adolescentes ahora y en el futuro, e incluso podrían afectar el riesgo de obesidad y la calidad de vida de nuestros nietos en las próximas décadas.
"A pesar de que estos hallazgos indican fallas sociales monumentales y una falta de acción global coordinada a lo largo de todo el período de desarrollo para reducir la obesidad, nuestros resultados brindan optimismo respecto de que esta trayectoria se puede evitar si se toman medidas antes de 2030".
El análisis, publicado en el Día Mundial de la Obesidad, utilizó el Estudio de Carga Mundial de Enfermedades, Lesiones y Factores de Riesgo de 2021 dirigido por el Instituto de Métricas y Evaluación de la Salud para estimar los últimos niveles y pronósticos de sobrepeso y obesidad en 204 países y territorios. Se prevé que los Emiratos Árabes Unidos, las Islas Cook, Nauru y Tonga tendrán la prevalencia más alta, mientras que China, Egipto, India y Estados Unidos tendrán el mayor número de niños y adolescentes con obesidad en 2050.
A nivel mundial, habrá más niños de 5 a 14 años con obesidad que con sobrepeso en 2050. "Sin una reforma política urgente, la transición hacia la obesidad será particularmente rápida en el norte de África, Oriente Medio, América Latina y el Caribe, donde el aumento coincide con grandes cifras de población y recursos limitados", subraya Kerr.
"Muchas regiones han tenido que centrarse históricamente en prevenir la desnutrición y el retraso del crecimiento en los niños. Para evitar una emergencia de salud pública a raíz de esta nueva amenaza, un imperativo inmediato debería ser la creación de encuestas nacionales de vigilancia de la obesidad en niños y adolescentes en todos los países".
Los niños bajo el cuidado de sus abuelos tienen un 10 % más de probabilidad de desarrollar obesidad. Foto:iStock
Kerr señalan que las adolescentes mayores, de entre 15 y 24 años de edad que ingresan a sus años reproductivos, eran una población prioritaria para la intervención. "Las adolescentes obesas son un objetivo principal si queremos evitar la transmisión intergeneracional de la obesidad, las enfermedades crónicas y los enormes costos financieros y sociales que esto conlleva a las generaciones futuras", expone."Dado que este grupo de edad está cada vez más fuera de la escuela y es atendido por servicios para adultos, necesitamos centrar las intervenciones a nivel comunitario y comercial".
La profesora del MCRI Susan Sawyer agrega que los gobiernos necesitan invertir en estrategias multicomponentes que reduzcan los factores que impulsan la obesidad, en los alimentos y bebidas, la actividad, el estilo de vida y el entorno construido "Si bien las personas y las familias pueden trabajar para equilibrar su actividad física, su dieta y su sueño, todo en nuestro entorno trabaja para contrarrestar estos esfuerzos", señala.
"Dado este enorme cambio global en el peso de los niños y adolescentes, ya no podemos seguir culpando a las personas por sus decisiones. Exigimos que los gobiernos den un paso adelante abordando intervenciones regulatorias, como la imposición de impuestos a las bebidas azucaradas, la prohibición de la publicidad de comida basura dirigida a niños y jóvenes y la financiación de comidas saludables en las escuelas primarias y secundarias. También debemos considerar los beneficios de políticas más amplias, como la revisión de la planificación urbana para fomentar estilos de vida activos".
Las recomendaciones para una adecuada alimentación
Según el doctor Gustavo Alfonso Díaz Muñoz, nutricionista de la Universidad El Bosque, “es muy común que los padres pasen por alto la importancia de los líquidos en la alimentación”, ya que, se centran en las comidas duras y se olvidan de que gran parte de la alimentación en los primeros años proviene de los líquidos.
En este sentido, el agua se convierte en uno de los elementos imprescindibles para el funcionamiento del organismo, especialmente en los primeros dos años de vida.
Díaz Muñoz resalta que aunque el agua es esencial, la variedad también es importante en la dieta, por lo que después de los 6 meses se pueden ofrecer otros líquidos como jugos naturales, lácteos y algunas frutas como la naranja, la sandía y el melón. Adicionalmente, el especialista recomienda “no ofrecerle al infante bebidas edulcoradas, refrescos y gaseosas o jugos envasados y azucarados, pues hacen perder el apetito y contribuyen a la caries dental y a la obesidad”, explica Díaz.
Cuando el bebé ha cumplido los seis meses de vida, sus necesidades nutricionales aumentan, ya que en este momento prácticamente ha duplicado su peso corporal, lo que requiere de que se le introduzcan de forma gradual
en su dieta una variedad de alimentos sólidos, semisólidos y líquidos ricos en proteínas y nutrientes, los cuales se encargarán de complementar, mas no sustituir, la lactancia materna, al menos hasta los dos años de edad.
Por ello se aconseja iniciarlo en la ingesta de frutas en compotas preparadas de manera natural, purés o papillas de vegetales (variando entre verdes y amarillos) y papillas de cereales infantiles. También es crucial introducir carnes molidas o en puré con el fin de favorecer la cobertura de nutrientes como el hierro y el zinc.
Entre los 9 y los 11 meses ya puedes ofrecerle alimentos de mayor consistencia como papa, yuca, arracacha y plátano, así como vegetales cocidos y carnes desmenuzadas. Finalmente, hacia el primer año, las especialistas sugieren integrar al niño a la mesa familiar con los horarios de comida de los adultos, es decir, tres comidas principales y dos refrigerios entre comidas.
Si bien las tres comidas principales brindan al niño los nutrientes que necesita para su adecuado crecimiento y desarrollo, es necesario que entre una y otra se proporcionen alimentos que refuercen su nutrición, le den energía que compense su gasto calórico durante el día y que además resulten un poco más fáciles y divertidas de ingerir para los pequeños.
Lo primero para tener en cuenta por los padres es que al hablar de pasabocas, meriendas u onces no se está haciendo referencia a dar snacks o galguerías sin un sentido nutricional. Todo lo contrario. Las mediasnueves deben ser aprovechadas por los padres para reforzar la alimentación de sus pequeños, de modo que la creatividad aquí juega un papel muy importante. Se trata de hacer preparaciones que combinen frutas y vegetales, harinas (lo ideal son las integrales), carbohidratos, lácteos y porciones de proteína, de manera que el niño las reciba con el suficiente agrado como merienda.
Se pueden hacer sándwiches, pinchos, ensaladas de fruta, etc. Los especialistas recomiendan los horarios oportunos entre una comida y la otra, evitar porciones muy grandes que dejen al niño demasiado lleno y que entren en competencia con la siguiente comida.
Los padres no solo deben asegurarse de que su hijo reciba una alimentación balanceada sino que realice algún tipo de actividad que le exija movimiento corporal para evitar problemas de sobrepeso y otras afectaciones a su salud. Pueden empezar por la práctica de deportes o juegos al aire libre al menos durante dos o tres horas todos los días, además de una correcta hidratación con agua o jugos naturales.
La importancia de esto radica también en que el ejercicio físico no solo actúa como regulador del peso del niño sino que favorece su bienestar físico y social, mejora de forma significativa las funciones cardiovasculares y contribuye a una adecuada maduración de sus habilidades psicomotoras y de sus sistemas muscular y óseo.
Hacia los dos años aparece la temida inapetencia. Algunas cifras indican que los padres se refieren a problemas con el apetito de sus hijos en el 43 por ciento de las consultas pediátricas. Y es que, según los nutricionistas, este fenómeno se genera por el desarrollo normal de los niños, que está asociado a la exploración del mundo que inician los pequeños.
El alimento pasa a un segundo plano y sus necesidades nutricionales disminuyen porque el crecimiento para este momento no se da de una manera tan rápida. Por ello, lo ideal es continuar con los horarios de comida establecidos en casa para mantener una regularidad en la dieta del menor, ofreciéndole siempre alimentos nutritivos como proteínas, frutas, verduras y cereales, para asegurar que lo poco que llegue a comer realmente le aporte a su organismo.
Aquí ayuda mucho ofrecer platos atractivos con comida variada y colorida, servir porciones adecuadas, negociar con el niño si desea comer un poco más de un alimento que del otro y no presionar ni castigar, aunque tampoco ceder ante chantajes y berrinches. Así mismo, no darle al niño galguerías, pues su desinterés por la comida puede convertirse en excusa para comer lo que desea.
Una alimentación saludable en los primeros 10 años de vida es la que, dicen los nutricionistas, incluye todos los grupos de alimentos en la cantidad y calidad adecuadas, y que tiene como características incluir todos los grupos de alimentos al día: 5 porciones de frutas y verduras, de 3 a 5 vasos de agua al día, una porción de cereales para proveer hierro al cuerpo y entre 50 y 100 gramos de carne u otra proteína como el huevo, las leguminosas y los cereales.