En este portal utilizamos datos de navegación / cookies propias y de terceros para gestionar el portal, elaborar información estadística, optimizar la funcionalidad del sitio y mostrar publicidad relacionada con sus preferencias a través del análisis de la navegación. Si continúa navegando, usted estará aceptando esta utilización. Puede conocer cómo deshabilitarlas u obtener más información
aquí
Ya tienes una cuenta vinculada a EL TIEMPO, por favor inicia sesión con ella y no te pierdas de todos los beneficios que tenemos para tí. Iniciar sesión
¡Hola! Parece que has alcanzado tu límite diario de 3 búsquedas en nuestro chat bot como registrado.
¿Quieres seguir disfrutando de este y otros beneficios exclusivos?
Adquiere el plan de suscripción que se adapte a tus preferencias y accede a ¡contenido ilimitado! No te
pierdas la oportunidad de disfrutar todas las funcionalidades que ofrecemos. 🌟
¡Hola! Haz excedido el máximo de peticiones mensuales.
Para más información continua navegando en eltiempo.com
Error 505
Estamos resolviendo el problema, inténtalo nuevamente más tarde.
Procesando tu pregunta... ¡Un momento, por favor!
¿Sabías que registrándote en nuestro portal podrás acceder al chatbot de El Tiempo y obtener información
precisa en tus búsquedas?
Con el envío de tus consultas, aceptas los Términos y Condiciones del Chat disponibles en la parte superior. Recuerda que las respuestas generadas pueden presentar inexactitudes o bloqueos, de acuerdo con las políticas de filtros de contenido o el estado del modelo. Este Chat tiene finalidades únicamente informativas.
De acuerdo con las políticas de la IA que usa EL TIEMPO, no es posible responder a las preguntas relacionadas con los siguientes temas: odio, sexual, violencia y autolesiones
El planeta está al borde del abismo ambiental
El aumento de la temperatura y el crecimiento poblacional empujan al mundo a una crisis inminente.
Al menos 32 personas murieron y casi 150 siguen desaparecidas después de que cayera parte del glaciar Nanda Devi al río el 7 de febrero de 2021, provocando una inundación que abrió una presa en el área de Tapovan del distrito de Chamoli en Uttarakhand. Foto: RAJAT GUPTA.EFE
En el siglo XXI, la humanidad se enfrenta a uno de los mayores retos de su historia: el cambio climático. Pero parecemos estancados en una sin salida de palabras, acuerdos, compromisos y firmas de documentos y documentos con muy pocos efectos tangibles para salvarnos.
“Después de medio siglo de reconocimiento de la crisis ambiental causada por la actividad humana, las políticas ambientales han mejorado poco o nada el panorama de la crisis ambiental global”, le dice a EL TIEMPO el biólogo marino Jürgen Guerrero Kommaritz, de la Universidad de Hamburgo.
El origen del problema del calentamiento global y la crisis ambiental tiene varios componentes, y el principal es la ignorancia de las dinámicas que rigen el planeta y que definen los parámetros para la existencia de la vida como la conocemos.
“Cosas esenciales como la atmósfera (el aire para respirar) y los océanos (que controlan la temperatura y humedad del planeta), las usamos como canecas de basura y repartimos después, democráticamente entre todos, toneladas de esa porquería”, afirma Guerrero.
La financiación para buscar soluciones climáticas y su implementación a gran escala es irrisoria.
El experto sostiene que la capacidad de carga es, por lo general, muy baja, no se puede modificar. Y que para el planeta esa capacidad ya se sobrepasó: “Muchas de las actividades contaminantes que sobrecargan el sistema planetario son muy lucrativas, y los que se benefician son renuentes a que estos flujos de dinero se acaben y utilizan toda su influencia política y económica para que estas actividades prosigan”.
La otra causa de la crisis ambiental, en su opinión, es matemática: el crecimiento de la población mundial, que pasó de 3.700 millones en 1970 a 8.000 millones en 2022. “Al duplicarse sucedió lo mismo con la demanda de muchos recursos y servicios ecosistémicos que ya estaban a tope hace 50 años, con lo cual las mejoras de manejo de los recursos se ven diluidas por este aumento de la demanda”, explica.
A eso se suman causas culturales, como el antropocentrismo, “que hace creer que el ser humano es el centro del universo y todo existe para su beneficio, su uso y abuso.
Esta creencia ha llevado a la sobreexplotación de recursos naturales sin tener en cuenta la interconectividad y lo que esto significa y conlleva en detrimento de la vida en general”.
Así como “la creencia de que la ciencia y la tecnología solucionarán el problema, y que es cuestión de tiempo para que aparezca esa solución mágica”, pero nadie piensa en los altísimos costos que eso representa.
Se requierem cambios radicales en las empresas y las políticas públicas para no superar los 1,5 grados de calentamiento global. Foto:iStock
Guerrero recuerda que “la financiación para buscar soluciones climáticas y su implementación a gran escala es irrisoria”, y que en los trópicos, donde más se necesita, es casi inexistente: “Lo mismo pasa con la lucha contra el hambre. Solo los negocios a corto plazo de alta rentabilidad son los que importan”.
Según el biólogo, la política del rey francés Luis XV: “Después de mí, el diluvio”, que le costó la cabeza a su hijo Luis XVI, sigue vigente. Pero la lección de la historia no importó y pasó desapercibida.
Además, precisa que poco se entiende el concepto de sostenibilidad, fundamental para definir políticas futuras de sobrevivencia. “El concepto que la define es la capacidad de carga de un sistema; en este caso, la biósfera, que dice cuánta energía y materia se puede extraer de un sistema sin afectarlo negativamente”, afirma.
Lo que sucede y se debe entender sobre los abusos que se comenten contra el planeta es que “es como donar sangre, si una persona de 70 kilos empieza a donar 500 ml por semana, se enferma y se muere”. Es sentido común.
Pero “el planeta está al borde del abismo ambiental, fabricado por la ambición, el egoísmo y la sordera mundial de empresas y gobiernos”, le dice a EL TIEMPO Guillermo Lozano, otro investigador y ambientalista.
“El mantra económico actual del crecimiento infinito es una idiotez en un planeta finito con recursos finitos, y, por consiguiente, posibilidades finitas. Para seguir ese rumbo toca cambiar las constantes del universo, y no hay ningún economista que plantee una solución a esa realidad que hasta donde se sabe solo lo podría hacer una divinidad de poder absoluto”, complementa Guerrero.
Al borde del borde
El aumento sostenido de la temperatura mundial del planeta proseguirá, según las últimas predicciones. Se estima que será entre el 1,1 ºC y el 1,7 ºC entre el 2022 y el 2026, lo que sobrepasaría los niveles preindustriales registrados entre 1850 y 1900.
No obstante, científicos británicos pronostican que la situación podría ser mucho peor y la temperatura podría aumentar más del 1,5 ºC en los próximos cuatro años.
Los glaciares han disminuido de tamaño, los hielos se están derritiendo, el agua empieza a escasear y se están alterando los hábitats de muchas plantas y animales.
De acuerdo con el Intergubernamental de expertos sobre Cambio Climático (IPCC), creado hace 34 años y convocado por la ONU este año, solo tendríamos 3 años para hacer algo en términos de cambio climático y el futuro del planeta, pues si no se hace nada ahora, las consecuencias serán devastadoras e irreversibles.
Sugieren que es preciso tomar en cuenta tres factores: lo que está originando el calentamiento global, los efectos del cambio climático y qué hacer para reducir los impactos de los dos primeros. También alertaron de que las emisiones de CO2 deben ser frenadas de aquí al 2025 pues, de lo contrario, el futuro de la humanidad será inviable.
El gran problema es que el cambio climático no solo nos pisa los talones, sino que sus efectos ya se observan en el medioambiente: los glaciares han disminuido de tamaño, los hielos se están derritiendo, el agua empieza a escasear y se están alterando los hábitats de muchas plantas y animales, entre otras cosas.
El riesgo ambiental que enfrentan el planeta y nuestra especie es un grito de alerta que tiene más de medio siglo de vida, pero que no ha tenido la suficiente fuerza y capacidad sonora como para despertarnos y hacernos responsables por la vida del planeta y de nuestra especie.
'La primavera silenciosa', de la bióloga marina y conservacionista estadounidense Rachel Carson (1907-1962), “fue uno los más importantes libros que dio a conocer los efectos nocivos sobre el medioambiente derivados de la actividad humana”, recuerda Guerrero.
El libro de Carson, que inspiró la movilización ecologista en contra de los pesticidas en Estados Unidos en 1962, ha sido considerado como uno de los 25 más influyentes de divulgación científica de la historia y como la primera obra en revelar los efectos perjudiciales de la actividad humana sobre el medioambiente, entre otras cosas.
Después vino la Conferencia sobre el Medio Humano de la ONU en Estocolmo, en 1972, que posicionó al medioambiente entre las prioridades de los gobiernos, la sociedad civil, las empresas y los responsables de la formulación de políticas, etc.
La declaración de Estocolmo enunció los principios para la conservación internacional del medioambiente y planteó, por primera vez, el problema del cambio climático y alertó a los gobiernos.
La primera Cumbre de la Tierra, en Río de Janeiro en 1992, reunió a representantes de todos los países del mundo para tratar temas relacionados con el medioambiente, salud, residuos, biodiversidad, desarrollo sostenible y cambio climático, entre otras cosas, y concluyó que lo del desarrollo sostenible era algo alcanzable para todas las naciones del mundo.
Los gobiernos no están haciendo lo suficiente para cumplir con los objetivos planteados por el Acuerdo de París en el 2015. Foto:Efe
Pero ese grito ambiental de 60 años no se escuchó como debería y “hoy es innegable que la actividad humana sobrepasa la capacidad de carga del planeta con lo que se pone en peligro el equilibrio ecológico que requerimos los humanos para poder existir”, sostiene Guerrero.
Naciones Unidas, en su informe de octubre de 2022 sobre cambio climático, no estuvo lejos de esa opinión. “A pesar de los avances en concienciación, aún queda mucho camino por recorrer. Alcanzar el éxito en una misión tan vital para las futuras generaciones requiere del mayor compromiso por parte de la sociedad”, afirma.
En muchas partes del mundo hay solitarios y aguerridos quijotes ambientales que están emprendiendo empresas con las uñas. En Fusagasugá, por ejemplo, el viverismo con espíritu ambiental es una gran cruzada que exige unión, solidaridad, asociación y conciencia ambiental, entre otras cosas, según le dijo a EL TIEMPO Tetsuji Tamashiro, coach profesional y conferencista en ExpoPlantas, la mayor exposición de plantas vivas realizada en Colombia entre el 19 y 22 de octubre de este año.
Pero “¿cómo involucrar a los habitantes del planeta en la lucha contra el cambio climático?”, preguntó la ONU, y respondió enseguida: “Una de las formas es a través de referentes, es decir, de personalidades comprometidas con el medioambiente que influyen por su repercusión, su responsabilidad o su sabiduría impulsando a otros a alcanzar un mundo más sostenible”.
Sin embargo, para muchos ambientalistas la propuesta suena ingenua ante la gravedad del problema ambiental que enfrentamos.
Guerrero no es optimista. “En el momento en que los efectos del cambio climático se manifiesten más claramente, los costos para estabilizar el sistema los pagará cada ser humano, y cosas que hoy en día son imposibles de imaginar y restricciones inaceptables a las libertades humanas serán el pan de cada día”.
“A mediano plazo, el problema del cambio climático se solucionará y la vida en el planeta seguirá por otros miles de millones de años, pero la pregunta es: ¿nosotros estaremos en esa solución? Como van las cosas, seremos una especie más que se extinguió, pero seremos la primera que lo hizo por su propia arrogancia”.