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Noticia
El desgaste mental y emocional de quejarse a todas horas
Se ha demostrado que el ‘lamento crónico’ tiene un impacto significativo en la salud emocional.
Muchas personas se quejan desde primeras horas del día. Foto: iStock
Es una situación de lo más común. Dos personas se cruzan en la calle. Pueden ser amigos, compañeros de trabajo o conocidos. Uno de ellos saluda al otro con un: “Hola: ¿cómo estás? ¿Cómo va todo?”. Y automáticamente, el otro responde: “aquí vamos, resistiendo… La cosa está cada vez más difícil”. El breve encuentro queda marcado por la queja.
En pleno siglo XXI, las sociedades desarrolladas aceptan este tipo de actitud como una forma rutinaria de interacción social. De hecho, es bastante frecuente escuchar quejas sobre el tráfico, el clima, el trabajo o las dificultades económicas.
Para muchos, es algo inofensivo e incluso terapéutico, porque les sirve de desahogo emocional. Sin embargo, se ha demostrado que el lamento crónico tiene un impacto significativo en la salud emocional, mental e incluso física tanto de quienes se quejan como de quienes reciben los comentarios pesarosos.
El lamento crónico tiene un impacto significativo en la salud emocional, mental e incluso física. Foto:iStock
La expresión repetida de insatisfacción, frustración o malestar por situaciones percibidas como negativas es un fenómeno casi universal que se da en múltiples contextos: familiares, laborales y sociales, etc. Quejarse ocasionalmente es una parte normal de la experiencia humana. El problema surge cuando ese talante negativo se vuelve recurrente en nuestras vidas y está presente en casi todas nuestras rutinas diarias.
Pero ¿por qué nos quejamos? Algunos expertos señalan que la queja actúa como un mecanismo de afrontamiento a través del cual liberamos tensión o buscamos validación. Concretamente, se ha observado que mediante la queja intentamos que se apruebe nuestra opinión, porque eso nos tranquiliza y nos hace sentir que no estamos solos en nuestra percepción de un aspecto específico o general del entorno que nos rodea.
Los impactos
Diversas investigaciones han confirmado que el cerebro humano está diseñado para identificar amenazas y problemas, lo que explica por qué es tan fácil centrarse en lo negativo. Se trata de un mecanismo evolutivo: el cerebro tiende a fijarse en lo negativo o peligroso porque eso aumentaba las posibilidades de supervivencia.
El tema es que este efecto, denominado sesgo de negatividad, puede volverse contraproducente en el entorno moderno, ya que focalizarse en lo malo de manera continua –y crónica– puede alterar la forma en que las personas ven el mundo y afectar su propia salud.
Enfocarse en lo malo de manera continua puede alterar la forma en que las personas ven el mundo. Foto:iStock
Algunos estudios señalan que el acto de lamentarse puede provocar cambios estructurales en el cerebro que, a su vez, generan problemas en la resolución de problemas y la función cognitiva. Esto significa que las personas quejumbrosas pueden ver mermadas funciones como la capacidad de resolver de problemas, la toma de decisiones o la planificación. Esto genera aún más frustración y, en consecuencia, más quejas.
Además, se ha observado que la queja cotidiana se correlaciona con la sintomatología ansioso-depresiva. En concreto, con pensamientos intrusivos, rumiaciones, baja autoestima, cansancio y fatiga mental. Por ello, los individuos que no paran de lamentarse por todo suelen ser más pesimistas y menos resilientes frente a las adversidades.
Sin duda, ser consciente del hábito malsano de quejarse sin descanso e intentar cambiarlo es esencial para mejorar la calidad de vida. Es un objetivo que forma parte del crecimiento personal y se puede reforzar con terapia.
Antes de quejarse otra vez, tenga en cuenta los efectos cerebrales, emocionales y sociales que esto conlleva. Y recuerde: la queja no es negativa si no se cronifica. No somos perfectos, somos humanos. Dicho esto, a continuación, le explicamos algunas de las fórmulas más recomendadas en consulta psicológica para mantener a raya a la llamada ‘quejadera’.
1. Practicar la gratitud. Centrar el foco en lo que tenemos y registrar las cosas por las que podemos sentirnos agradecidos en un diario ayuda a cambiar la perspectiva.
2. Buscar soluciones. Hacer una lista de posibles acciones para mejorar una situación nos da una sensación de control y reduce la frustración.
3. Prestar atención a nuestras palabras. Usar un lenguaje que sea más positivo o neutral nos puede ayudar a cambiar el patrón de pensamiento.
4. Establecer límites con los demás. Un mecanismo de protección que supone, por ejemplo, evitar conversaciones que se centren demasiado en lo negativo o proponer siempre un enfoque más constructivo.
5. Mida su ‘quejadera’. Lleve la cuenta de cuántas veces se queja al día, así se dará cuenta de qué tan grave es su problema. Y propóngase tener un día ‘sin quejarse’ y luego una semana… Cambiará su perspectiva frente a los problemas.
Un problema de muy ‘alto costo’ y los beneficios de ponerlo a raya
Foto:iStock
Julia Vidal, psicóloga sanitaria especialista en ansiedad y estrés y directora de Área Humana (www.areahumana.es), un centro de psicología en Madrid que es un referente en salud emocional, explica por qué la queja constante es algo que debemos poner a raya y los beneficios que esto puede traer a nuestras vidas.
Vidal explica que lo malo de no actuar frente a este problema, es que:
-Favorecemos un estado de ánimo negativo.
-Creamos un mal ambiente entre nuestros amigos, compañeros, pareja, conocidos o familiares.
-Los que nos rodean se cansan de nosotros, nos evitan, porque no somos una buena compañía: a nadie le gusta estar con un “amargado”.
-Nos hace pasivos, porque mientras nos quejamos no resolvemos.
-No aprendemos nuevas formas de abordar los problemas.
-La queja produce estrés en ti y en los que la escuchan o la ‘sufren’. Y recuerda que el estrés afecta a nuestra salud.
-La quejadera puede llegar a convertirnos en una persona ‘tóxica’.
Mientras que las ventajas de dejar de quejarnos a toda hora, agrega la especialista, son las siguientes:
-Disminuimos la frecuencia e intensidad de emociones negativas como la envidia, la insatisfacción, el nerviosismo o la tristeza.
-Favorecemos un mejor estado de ánimo y eso impacta positivamente nuestra salud física y mental.
-La familia, los amigos y los compañeros de trabajo disfrutarán más de nuestra compañía.
-Pasaremos de ser pasivos a activos en la resolución de las dificultades en nuestro trabajo y en nuestra vida.
-Favorece que aceptemos y entendamos lo que tenemos que cambiar, y eso nos pone en un camino más positivo, que es el de la búsqueda de soluciones.
-Fomenta que nos responsabilicemos de las cosas que decimos o hacemos, en vez de culpabilizar a los demás.
María J. García-Rubio, profesora de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Internacional de Valencia. Codirectora de la Cátedra de Neurociencia global y cambio social.
The Conversation es una organización sin ánimo de lucro que busca compartir ideas y conocimientos académicos con el público. Este artículo es reproducido aquí bajo licencia de Creative Commons. Este artículo fue editado por EL TIEMPO.